De Annás a Caifás
Empieza para Jesús el peregrinaje que lo conduce de Annás a Caifás, suegro y yerno respectivamente, ambos sacrificadores del pueblo judío, seguido a cierta distancia por Pedro, que quería ver como terminaba todo aquello. Todos buscaban algún falso testimonio contra Jesús que les permitiera darle muerte. Por fin encontraron uno que dijo: “Este ha dicho: Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días. Entonces el soberano sacrificador le dijo: ¿Qué respondes a esto? Jesús guardó silencio. Y Caifás, tomando de nuevo la palabra dijo: te abjuro, por Dios vivo, que nos digas si tú eres Cristo el hijo de Dios. Jesús le respondió: tú lo has dicho. Además, os declaro que veréis al hijo del hombre sentado a la derecha del poder de Dios, viniendo sobre las nubes del cielo. Entonces el soberano sacrificador rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Necesitamos más testigos? Habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Le respondieron: Merece la muerte. Y empezaron a escupirle en el rostro, dándole puñetazos y bofetadas, diciéndole: Cristo, profetiza, dinos quién de nosotros te ha golpeado”. (Mateo XXVI, 57-68. Marcos, XIV, 51-65. Lucas XXII, 54. Juan XVIII, 12-14).
Jesús guardó a menudo silencio en los interrogatorios, a veces se limitaba a responder: “tú lo has dicho”. El mundo, los hombres-mundo, no pueden entender lo que está más allá del pequeño universo en el que se mueven. Cuando interrogan al hombre-luz, no lo hacen para aprender algo de él, sino para utilizar sus palabras en la reafirmación de sus propias creencias. Esas sombras no empapan la luz, no la comprenden, de modo que es inútil dialogar con ellos. Cuando aprisionan al hombre-luz, cuando lo llevan atado a sus palacios, es para matarlo, no para beneficiarse de la enseñanza que les pueda proporcionar.
Por ello, al llegar esa hora, no hemos de pretender convencer al adversario. No se trata de ganar gentes a nuestra causa, porque esa hora ya ha pasado, ya hemos estado en la sinagoga predicando y discurriendo para aquellos que tenían oídos para “escuchar”. Nos encontramos ante los sacrificadores para que estos cumplan con su tarea y nos sacrifiquen. Es más, puesto que tienen que hacerlo, que lo hagan rápido, así que démosles razones para que se sientan motivados. No les ocultemos que nuestra obra humana se instalará a la diestra del Padre y no a su izquierda, que es donde ellos se encuentran.
En esta secuencia Jesús recibe los primeros golpes, las burlas, las humillaciones. Es la dialéctica natural que utiliza lo inferior para hablar con lo superior. Es su forma de acercamiento y lo vemos en nuestros hábitos sociales, cuando el adolescente se acerca a la muchacha que admira y no sabe expresarle positivamente sus sentimientos, a veces la ridiculiza, le insulta, se ríe de ella. No debemos ver en ello un acto de desprecio, sino una forma ruda de aproximarse a lo que un día ha de ser un gran amor.
Así empieza la singular historia de amor entre Jesús y el supremo sacrificador, y así se inician todavía muchas historias de amor en las mazmorras de la policía, cuando los agentes pretenden obtener la verdad, torturando al hombre que han aprisionado, ese mismo hombre que, en otra vida, en otras circunstancias, puede convertirse en el ser amado, cuando la saliva con la que le han escupido se convierta en su código genético.
La pasión de Cristo, ese acto sublime de redención, ha de beneficiar, primero a los artífices de esta pasión, a los que clavaron sus manos y sus pies a golpes de martillo. Lo único que no vincula al ser humano es la indiferencia. En cambio, el amor y el odio lo vinculan, ya lo hemos visto en anteriores puntos de la enseñanza.
En esta puerta, Cristo conseguirá llevar a su Reino a los que no se han aproximado a él por el lado del amor y se le acercan por la vertiente del odio.
Nosotros, como él, hemos de inspirar ese odio redentor a los que solo así pueden acceder a la comprensión de los misterios del Reino.
En el próximo capítulo hablaré de: el desencadenante de la violencia
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.