Cada manifestación humana
Toda manifestación humana se desarrolla según los patrones cósmicos. Tenemos así que el «niño» que nace en nosotros es el resultado de una cópula entre la voluntad y la sabiduría-amor; es la obra del Fuego de Kether y el Agua de Hochmah. Esas esencias divinas toman forma en Binah, donde se visten con un cuerpo que permite al «niño» funcionar; es decir, Binah establece las reglas que han de permitir a la tendencia naciente desarrollar su potencialidad.
En su despliegue evolutivo, esa tendencia se verá asistida por los sucesivos centros de vida hasta alcanzar la fase de materialización en Malkuth. Cuando esto ocurra, la tendencia habrá dejado de ser un impulso que lucha para tener voz y voto y se habrá convertido en una institución generadora de una doctrina, de un sistema. Ella misma tendrá su Kether, su Hochmah, su Binah, etc. y esos centros realizarán sus funciones de acuerdo con la naturaleza de lo que al principio fue solo una tendencia, a la que nuestra divinidad interna dio vida y que después se convirtió en rey de nuestro mundo.
Esa ex tendencia ahora coronada establecerá pues su orden, su verdad, tendrá a sus «sabios» que le facilitarán pruebas de que cuanto representa es verdadero, y tendrá sus jurisconsultos que le facilitarán reglas que permitan a su verdad funcionar.
Pero, he aquí que el Ego Superior, nuestro ser divino, está generando constantemente tendencias que Binah se encarga de elaborar. Es evidente que estos «niños» que el Ego pone en el mundo constituyen una amenaza para el Herodes que está gobernando en nosotros, y entonces vemos como el Binah sometido a lo que anteriormente fue niño y que ahora es rey, entra en combate contra el Binah al servicio del Ego, para que este le corte el cuello al nuevo «niño» que está formando.
Así se inicia una guerra entre el Ego Superior y la criatura que puso al mundo para que administrara sus bienes y que quiso, como los viñadores de la parábola, convertirse en propietario, a base de dar muerte al legítimo heredero, que es siempre el «niño» que viene detrás. Y así es como Binah, la madre que da forma al «niño» se convierte en dadora de muerte.
Esa dinámica del hijo corrompido, que ha perdido la conciencia de ser hijo y que ve en el padre, manifestándose en el recién nacido, una amenaza para su reino, fue lo que impulsó al centro llamado Binah-Saturno a devorar a sus hijos, como lo refiere la Mitología. Es decir, lo indujo a que esos «hijos«, se desarrollaran dentro de ella y no fuera de ella; o sea, en el mundo de las leyes y de los reglamentos; en el mundo estructurado de la columna de la izquierda, donde las rebeliones son sofocadas por la mano dura de la Ley. De esta forma, los hijos no perturban la actividad gestadora de Binah, pero esos hijos que viven en sus entrañas oscuras, trabajan en un mundo estrecho, abocado a destrucciones sucesivas. Júpiter será el liberador. Con él, los «niños» que irían naciendo, tendrían de nuevo el privilegio de desarrollar la plena potencialidad que el Padre ha puesto en cada uno de ellos; pero, al mismo tiempo, tendrían el poder de rebelarse contra su creador y de proclamar que la verdad que ellos contienen es la verdad total y absoluta y que, por lo tanto, debe ser defendida a sangre y a fuego.
En el próximo capítulo hablaré de: Era extranjero
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