Bienaventurados seréis cuando se os ultraje, cuando se os persiga y se diga falsamente de vosotros toda suerte de mal a causa de mí…
«Bienaventurados seréis cuando se os ultraje, cuando se os persiga y se diga falsamente de vosotros toda suerte de mal a causa de mí. Regocijaos y estad en la alegría, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, ya que es así que los profetas han sido perseguidos antes de que vosotros lo fuerais«, dice la novena y última Bienaventuranza, que es el complemento natural y lógico de la anterior, correspondiendo a la proyección de Yesod en Malkuth, el décimo centro del Árbol, que representa el mundo material.
Esta Bienaventuranza nos invita a soportar la adversidad, la injusticia y los males inherentes a los centros de vida de la columna de la izquierda del Árbol de la Vida. Cuando se retiene en uno mismo la onda expansiva del mal, sin repercutirla, nos convertimos en transmutadores de ese mal. O sea, en agentes activos del bien, en Hijos de Dios y, como tal, recibiremos esa recompensa que alcanzan todos los que han despertado a la conciencia del Amor y que, por consiguiente, pueden actuar en el Mundo del Deseo como en su propia casa, es decir, poseen las llaves del Reino, que les permiten entrar y salir de él, como entramos y salimos de nuestra casa con la llave de la puerta.
Cuando alguien nos persigue por algo, cuando nos echan en cara una actuación, están diciendo, implícitamente, que nosotros somos aquello por lo cual se nos persigue. Así, cuando se nos ultraja por ser seguidores de la doctrina crística, por creer que el amor es la fuerza por la que debe regirse la humanidad, en realidad se nos está piropeando, la vida nos confirma que vamos por el buen camino.
En esas nueve Bienaventuranzas, Cristo traza nueve esquemas básicos de comportamiento, nueve modos de ser. En ningún momento dice bienaventurados son los que hagan esto o aquello, los que participan en un culto o los que siguen los preceptos de la Ley, sino aquellos cuya naturaleza es así.
Para alcanzar estos estados naturales, pueden seguirse normas, pueden realizarse trabajos conducentes a ellos, pero jamás esas normas y esos trabajos podrán confundirse con su finalidad, que es la de ser así por naturaleza.
Hemos visto después cómo algunas iglesias han distribuido bienaventuranzas y recompensas a los que asistían a misa en las fiestas de precepto, o a los que comulgaban los primeros viernes de mes, etc. A la luz de las enseñanzas crísticas, podemos afirmar que tales recompensas son nulas si no van acompañadas de la acción, de la transformación.
No es por hacer esto o aquello que se entra en el Reino del Padre, sino por ser de las nueve maneras que acabamos de definir. Podríamos concluir:
1.- Las bienaventuranzas son un manual de instrucciones que facilitan pautas de comportamiento para la vida diaria.
2.-Las bienaventuranzas nos muestran un estado de ser y generan armonía, equilibrio y realización personal.
3.- Si adaptamos nuestra vida a las pautas marcadas en las bienaventuranzas, los problemas desaparecerán y las puertas se abrirán sin necesidad de empujar.
4.- Para superar estados de crisis, nada mejor que asimilar las bienaventuranzas y llevarlas a la práctica.
En el próximo capítulo hablaremos de ser sal, ser conocimiento.
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