Alimentar a Cristo
Aparecerá en nosotros un Cristo hambriento, que hemos de alimentar como a un niño, porque en realidad es un segundo nacimiento el que se efectúa en nosotros, en nuestra naturaleza interna. Y la voz de ese Cristo, aún irreconocible, nos inducirá a pescar en el amanecer, que es el momento en el que el Padre-Kether llena las redes y en que el discípulo puede sacar una pesca abundante de voluntad-amor.
Es por el lado derecho de nuestra barca que debemos tirar la red, por el lado de Hochmah. En este sentido, los discípulos que por la mañana hacen meditaciones, de cara al Este, deben inclinar el rostro y el cuerpo ligeramente hacia la derecha, hacia Hochmah, y verán como su pesca será mucho más abundante.
EI discípulo que Jesús amaba reconoce de pronto al Señor. Juan no suele nombrarse a sí mismo en su crónica. Dice el hijo de Zebedeo, nombrando también así a su hermano Santiago, o el discípulo amado. Y es que Juan representa la tendencia más próxima a Jesús, y como todas las tendencias internas, avanza hacia Él. Todos seremos un día Juan, de modo que Juan no es algo cristalizado y definido, sino esa tendencia que en el viaje hacia la divinidad está más próxima a la divinidad misma.
Cuando Pedro oyó que era el Señor quien estaba en la orilla, se vistió y se ciñó porque estaba desnudo. Pedro va desnudo a la pesca, como desnudos venimos al mundo. Salomé también acabó desnuda después de la danza de los siete velos y esto indica que debemos despojarnos poco a poco de todos los velos que son los disfraces humanos con los que recubrimos al Ego Superior, y cuando acudamos a esa pesca al amanecer tenemos que hacerlo desnudos de toda intención. Ningún vestido humano debe cubrirnos. Esa pesca de voluntad-amor no debe ser destinada al alimento de nada humano, entendiendo por tal el deseo de gloria, de protagonismo, de ser eficientes o brillar o enriquecernos de algún modo.
Cuando la imagen del Señor se haga patente, entonces nos pondremos su túnica y nos ceñiremos, para que lo inferior no pueda invadir lo superior y ya vestidos para la divinidad, nos arrojaremos a ese mar de las emociones para purificarlo con nuestra presencia, mientras las demás tendencias de nuestra personalidad arrastrarán el navío cargado de pesca hacia la orilla.
En el próximo capítulo hablaré de: la tercera manifestación
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