Cambiar de dirección para encontrar tu camino
En ocasiones, me empeño en seguir una dirección contra viento y marea. Me he propuesto algo y no voy a parar hasta conseguirlo. Pero hay veces en que el universo decide, de alguna extraña pero sabia forma, que aquello no es para mí, a pesar del ferviente deseo que me impulsa a conseguirlo. Sin saber la razón empiezo a notar como si tuviera palos en las ruedas y me costara cada vez más moverme con soltura. Los contratiempos se suceden uno detrás de otro y mi mente se plantea si es buena idea seguir adelante con el proyecto.
Desde mi experiencia, cuando las cosas se vuelven demasiado complicadas, por mucho que yo me empeñe en seguir adelante con mi vida sin cambiar un ápice, no me funciona, porque llega un momento en que las circumstancias externas me obligan a modificar mi comportamiento.
He aprendido que para tener una vida equilibrada hay que saber cuándo es hora de cambiar, de modificar el comportamiento, las expectativas, la personalidad. Las piedras en el camino son mis informadoras confidenciales y, una vez se me ha pasado el pataleo inicial, extraigo de ellas justo lo que necesito para saber hacia donde dar un nuevo paso. A veces la información parece muy clara. Otras, cuesta más encontrar la dirección adecuada, pero siempre la acabo localizando. Después sólo me queda avanzar y mantenerme alerta a los acontecimientos posteriores para saber si el trazado que sigo es el correcto.
Así, cuando descubro cómo puedo salir de un mal camino, el bueno siempre aparece.
Y tú, ¿cómo reaccionas cuando se te tuercen las cosas? ¿Tienes algún as en la manga?
¡Apasiónate, vive, cambia!
Silvia Llop, psicóloga (col. núm. 20495)
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