¿Tus emociones te sobrepasan? Esto es lo que tienes que hacer.
El mundo de las emociones es complejo, no hay duda. A veces disparan nuestro deseo de volar, de explorar, de vivir. En otra ocasiones nos trasladan a una prisión de la que no logramos salir en un tiempo. Hay emociones que se enquistan y se quedan viviendo en nuestro interior durante lustros. Si son positivas, no hay problema. Si nos producen malestar, nos pueden empujar a llevar conductas que escapan a nuestro control.
Cuando decimos «he perdido los nervios», es básicamente una forma de afirmar que nuestras emociones nos han sobrepasado, que han acabado ocupando tanto espacio en nuestro cuerpo que han superado a nuestra mente, a nuestra capacidad de raciocinio.
¿Alguna vez has querido con todas tus fuerzas apagar tus emociones, para no sentir nada durante un rato? ¿En algún momento has experimentado como una emoción te invadía y te nublaba el juicio? Te propongo el siguiente ejercicio para cuando vuelvas a encontrarte en esta situación.
¿Tus emociones te sobrepasan? Esto es lo que tienes que hacer
Lo primero que debes hacer cuando una emoción negativa te envuelva es mirarla a los ojos y llamarla por su nombre (ira, rabia, impaciencia, tristeza, impotencia, miedo…). Eso te pondrá en contacto contigo y te llevará a ser capaz de analizar lo que estás sintiendo.
El siguiente paso lo conforma un ejercicio de imaginación. Cierra los ojos y dale una forma a esa emoción, después un tamaño, un color (o más) y sitúala en un punto de tu cuerpo, en el lugar donde la sientes. ¿Se mueve? Tenlo también en cuenta. Hay emociones que se sienten estáticas y otras que no paran de moverse. Se trata de que intentes caracterizarla, darle una entidad (aunque sea dentro de tu cabeza). Si tienes lápiz y papel a mano y te apetece, puedes dibujarla.
A continuación, deberás usar la creatividad. Es hora de que esa emoción salga de tu cuerpo, pero seguramente no hay forma de que esto suceda, así sin más, por lo tanto necesitarás la ayuda de otro elemento que la invite a marcharse. Invéntate algo que sea útil para expulsar esa emoción no deseada. Por ejemplo, si tienes una emoción que se caracteriza por poseer unas propiedades parecidas al fuego, prueba a coger un extintor e imaginar que se apaga, o tirarle un barril lleno de agua, o lanzarla al mar. Si tu emoción es como una rueda que gira, coge un palo y atráncala. No hay límites, puedes hacer lo que te dé la gana para estropear el mecanismo de tu emoción. Luego coge sus restos y tíralos bien lejos, donde no los puedas ver.
Puede que este ejercicio te parezca surrealista, pero sólo con el simple hecho de estar reflexionando sobre la emoción: nombrándola, dándole forma, color, movimiento, tamaño, etc. y poniendo en marcha tu mente para crear otros elementos que te ayuden a expulsarla, vas a debilitarla enormemente porque estarás conectando con tu parte racional, en lugar de dejarte llevar por lo que sientes.
Si quieres profundizar un poco más en tu mundo emotivo, apunta el nombre y las características de tus emociones cada vez que las sientas con intensidad, tanto en negativo como en positivo. De este modo, empezarás a conocer mejor cómo funcionas a nivel interno y eso te permitirá tener más control sobre tus actuaciones.
Las emociones no son buenas ni malas per se, ya que nos ayudan a expresar lo que llevamos dentro. El problema es cuando no las comprendemos, no las dejamos salir o se precipitan al exterior de forma totalmente descontrolada. Es importante que pongamos atención a lo que ocurre en nuestro interior, en nuestro inconsciente, porque eso nos mantendrá despiertos y en contacto con nosotros mismos.
¡Apasiónate, vive, cambia!
Silvia Llop, psicóloga
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