Quítate tu armadura invisible
Hoy voy a introducir un nuevo término, el de armadura invisible. Se trata de esa coraza que mucha gente lleva incorporada, casi tatuada en la piel, y que marca una barrera entre ciertas personas o situaciones y la persona en cuestión.
En diversas ocasiones me he encontrado con amigos o pacientes que lo primero que piensan al conocer a alguien es «tengo que ir con pies de plomo para que no me la pegue». Y luego actúan en consecuencia, lo que significa estar a la defensiva constantemente, interpretar cada situación o conversación ambigua como peligrosa e intentar esconder los sentimientos para no parecer vulnerable. Los resultados de este plan no suelen ser buenos, puesto que este tipo de actuación fomenta la desconfianza y el agobio en el otro. Cada fracaso alimenta el típico «no te puedes fiar de nadie» y por consiguiente, valida la idea de chequear a las nuevas personas que entran en su vida.
Tener la necesidad de controlar cada movimiento propio y ajeno no es fácil de gestionar, por lo que esta sobreprotección hacia uno mismo acaba desembocando en estrés, represión y baja autoestima, por no hablar de la maravillosa experiencia perdida, puesto que, desde mi punto de vista, conocer a alguien nuevo es excitante y divertido.
¿Qué se puede hacer con esta armadura invisible? Desprenderse de ella. La situación relatada anteriormente es un ejemplo típico de coraza, todos solemos tener alguna. El primer paso es detectarla, saber dónde está y cómo actúa. ¿Nos impulsa a evitar situaciones concretas? ¿Se expresa en forma de alarma roja que resuena en nuestra cabeza en ciertos momentos? Después, debemos preguntarnos si esa coraza resulta útil o más bien dificulta las cosas. Si nos decantamos por la segunda opción, sólo queda deshacernos de ella. Sabiendo cómo actúa, encontraremos la manera de contrarrestarla.
¿Te apuntas a vivir la vida sin armadura? Verás qué ligereza y libertad te proporciona.
¡Apasiónate, vive, cambia!
Silvia Llop, psicóloga (col. núm. 20495)
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