Palabras que abrazan
Ayer un amigo me contó que cuando estuvo en America del Sur unos meses atrás, vivió un tiempo en la casa de una anciana entrañable de la que aprendió muchas cosas. A mí me llamó especialmente la atención una práctica concreta de esta señora, que me pareció muy interesante.
La mujer tenía en su casa una foto suya que adornaba con flores y a la que cada día le dedicaba unos minutos para decirle lo guapa que era. No importaba su estado de ánimo, ni los acontecimientos diarios, ella acudía religiosamente a piropear su fotografía tanto si llovía como si asomaba el sol. Un día, a medio camino entre la perplejidad y la guasa, le dijo a mi amigo: «creo que de tanto decirme que soy guapa me lo he creído«. Esa misma tarde salió a comprar y su sorpresa fue mayúscula al recibir de sus vecinos y conocidos frases como: «qué guapa esta usted hoy», «está radiante», «para usted no pasan los años».
Esta mujer se convirtió en bonita a la vista de los demás cuando ella se sintió de este modo, y esto lo consiguió verbalizándolo, porque las palabras ayudan a construir la realidad. Sucede lo mismo cuando a un niño se le repite demasiado «eres malo». Al final, se lo acaba creyendo y actuará en consonancia con esa idea que tiene de lo que es.
El ejercicio de hoy sirve para que uses el lenguaje a tu favor. Selecciona una fotografía tuya, decide qué atributo quieres realzar (por ejemplo, la valentía, la profesionalidad…) y acude todos los días a verbalizárselo (a la fotografía).
Yo empiezo hoy mismo, ¿te apuntas?
¡Apasiónate, vive, cambia!
Silvia Llop, psicóloga (col. núm. 20495)
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