YESOD, la proyección
Yesod es el Séfira número nueve de el Árbol Cabalístico, es el tercero del Mundo de Formación. Está situado en la Columna del Centro. Es el centro encargado de cristalizar y objetivar los impulsos procedentes de los demás centros, convirtiéndolos en actos, proyectando la conciencia superior hacia abajo. Gracias a Yesod todo lo que se encuentra en nuestro interior se convierte en imágenes, es decir en situaciones. Yesod es el domicilio del coro de ocho ángeles o Genios llamados Ángeles, que son los que se ocupan de la fecundidad en todas sus vertientes.
Por ejemplo, si sentimos odio o rencor, podemos tener la seguridad de que Yesod, un día u otro, objetivará en el mundo real estos sentimientos, brindándonos la ocasión de ejercer ese odio, o bien, volviendo la imagen del revés, nos hará vivir situaciones odiosas, violentas o crueles.
Resulta pues peligroso alimentar este centro sefirótico con emociones o intenciones negativas ya que después nos veremos obligados a vivirlas. Es preciso ejercer un control consciente sobre la producción de imágenes, procurando captar siempre imágenes positivas de los demás y de lo que sucede en la vida, ya que si captamos únicamente lo negativo, acabaremos viviendo esta negatividad. En Yesod tienen lugar los juicios inapelables, puesto que una vez formulados, ya nada podrá detener el flujo de las imágenes en nuestra vida exterior, tal como hemos comentado anteriormente. La objetivización de ese mensaje que se llevaba dentro, o sea, su aparición en el exterior, hace que aquellos que no lo veían, ahora lo ven, porque el mensaje se ha escenificado, lo están viviendo convertido en una situación, con personas que lo protagonizan. En este sentido Yesod ejerce funciones reveladoras: revela una verdad que se encontraba encerrada en el interior y que sale fuera, del mismo modo que la mujer embarazada de nueve meses debe parir la criatura (nueve es el número de Yesod).
En el proceso normal de desarrollo espiritual de una persona, las imágenes internas deben, efectivamente, salir al exterior para que aprenda la experiencia al vivirla protagonizada por ella y otros. En el dramatismo de la acción, la persona aprenderá y aportará al Ego Superior el fruto por él deseado. Pero en los que ya ven que esto es así; los que ven que la vida es un juego en el que las cosas ocurren para que aprendamos una lección, cabe la posibilidad de que su evolución les prive de esas anécdotas externas, viviendo en el interior de sus almas la acción que debería desarrollarse en el exterior.
O sea, que si ya somos conscientes de la dinámica cósmica, si ya vemos perfectamente el sentido de las leyes divinas y nos apercibimos de lo que el Ego Superior nos pide, no será necesario que pasemos por la experiencia material; nuestros ojos se cegarán al mundo exterior y lo viviremos todo por dentro.
Entonces esa criatura ya formada en Yesod, a punto de salir al exterior, se disolverá miembro a miembro, y su esencia enriquecerá nuestra visión interna. Se habrá desencadenado en nosotros un proceso alquímico y los metales que ya estaban en sus puestos para sostener el cuerpo anecdótico de las escenas que íbamos a vivir, se verán convertidos en su esencia primordial.
Podemos comparar las funciones de Yesod a las del tubo catódico de los antiguos televisores, que recogen las pulsiones energéticas del centro emisor y las convierten en las imágenes que aparecen luego en pantalla. Yesod es asimismo el centro productor de los sueños.
Yesod‑Luna es el centro sefirótico que se encarga de transmitir las pulsiones procedentes de la derecha y de la izquierda, de suerte que su manifestación no sigue una línea regular y se deja llevar a menudo por su imaginación, puesto que contiene rasgos peculiares de los demás centros, de los que se desprende a medida que va pasando el tiempo, manifestándose así ora de una forma ora de otra.
Yesod, en cuyo centro, como acabamos de decir, todos los demás depositan su «tesoro» de energías para que Yesod las distribuya en el mundo material, es como el tesorero del Árbol.
Yesod actúa al final de todo proceso creador. Para que la espiritualidad de los mundos de arriba pueda llegar a los mundos de abajo, se necesita un traidor (ese fue el papel de Judas en la obra crística) que abra la puerta del cielo, por así decirlo, produciendo el derrame de las esencias. Yesod es ese traidor celeste que todos los meses, en el momento de la Nueva Luna, se alza en los cielos para traernos un poco de su luz a la tierra, una luz que es la sangre espiritual que necesitamos para que nuestros cuerpos superiores puedan vivir.
En efecto, sabemos que es Yesod-Luna quien guarda los «tesoros» de cada Séfira-Planeta y los derrama sobre la Tierra. Sabemos que Netzah-Venus es el representante de la Columna de la Derecha en el Mundo de Formación, o sea es el Séfira que se encarga de transmitir a Yesod los decretos de gracia procedentes de su Columna. Sabemos que Hod-Mercurio realiza las mismas funciones en lo que se refiere a la Columna de la Izquierda. Por consiguiente, esos dos ejecutores (Mercurio y Venus) de la voluntad del Ego Superior o de la voluntad del que lo suplanta, del usurpador, esto es, nuestra voluntad humana, acompañan siempre al Sol en su recorrido por el Zodiaco.
De esta forma cuando cada mes, a cada Nueva Luna, Yesod-Luna, recoge las pulsiones dispersas eso es, los «tesoros» sefiróticos, para convertirlos en realidades, Netzah y Hod emiten sus decretos y si Hod-Mercurio transmite una orden de rigor, Netzah-Venus transmite una orden de gracia que la anula o la atenúa en gran manera. Pero Venus a veces se aleja del cortejo solar, se inhibe de las cosas de la Tierra y deja solo a Mercurio. Cuando esto sucede nos encontramos ante un mes lunar de penurias, porque a través de Mercurio-Hod asoman Satán, Caifás, los sacrificadores y todos los representantes del mundo de las tinieblas.
Afortunadamente, no toda la «tierra zodiacal» es propicia a este tipo de actuaciones, de modo que cuando una Nueva Luna «cae» en un grado dominado por los Sefirot de la derecha, Satán y los suyos se ven en la imposibilidad de realizar sus propósitos, los cuales en cambio sí se realizarán cuando la Nueva Luna caiga en grados controlados por los Sefirot de la izquierda. Los grados regidos por los Sefirot de la derecha son: de 1 a 2, 11 a 12 o 21 a 22 de cualquier signo; de 3 a 4, 13 a 14 y 23 a 24; de 6 a 7, 16 a 17 y 26 a 27.
Los grados regidos por los Sefirot de la izquierda son: de 2 a 3, 12 a 13 y 22 a 23; de 4 a 5, 14 a 15 y 24 a 25; de 7 a 8, 17 a 18 y 27 a 28, de cualquier signo.
Por otra parte, en su ascenso hacia Kether, Yesod también se ocupa de centralizar las experiencias procedentes de Malkuth, es decir de la realidad material, para verterlas en la conciencia superior, representada en el Árbol por Tiphereth. Esto significa, por ejemplo, que si ponemos la mano en el fuego, el centro Yesod se encarga de transmitir al Ego Superior la lección aprendida, o sea, que el fuego quema. Y cuando nuevamente nos acerquemos al fuego, Tiphereth, es decir nuestra conciencia y nuestra memoria, mandará a Yesod (a nuestra imaginación) la imagen de la quemadura y de esa forma evitaremos volver a cometer el mismo error.
Aunque, puede ocurrir que, debido a un bloqueo de Malkuth en nuestro Árbol particular, las experiencias físicas y la lección que contienen no puedan subir hacia la conciencia, en este caso, volveremos a tropezar una y otra vez en la misma piedra, al menos hasta que llevemos a cabo el desbloqueo de Malkuth, pero esto ya es harina de otro costal.
El periodo cuaresmal que va de veinte grados de Acuario a treinta de Piscis (o sea, 40 grados), y este periodo está regido por el coro de ángeles de Yesod, especializado en los trabajos de purificación del cuerpo vital, purificación indispensable para actuar conscientemente en los mundos de arriba y para recibir el mensaje divino que todos los años se desprende del signo de Aries cuando el sol transita por él a partir del 21 de marzo.
En el Zodíaco, el Séfira Yesod está representado por la Luna, regente a su vez del signo de Cáncer, a través del cual ejerce sus prerrogativas imaginativas.
Recuerda la sentencia de Walt Disney: “si puedes imaginarlo, puedes conseguirlo”.
En el próximo capítulo trataremos de: Malkuth, la cristalización
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