TIPHERETH, portador de armonía
Tiphereth es la sexta estancia del Árbol Cabalístico, es el segundo Séfira de la columna central, la del equilibrio, después de Kether. Y es el tercer centro del Mundo de Creaciones, el de las emociones y por lo tanto el Vav. Tiphereth es el domicilio del coro de ocho ángeles llamados Virtudes.
Tiphereth es el rostro visible de Kether, es su manifestación material, representada en el universo por el Sol. Tiphereth es un centro de armonía, y todos los senderos conducen a él, y él conduce a todos los centros de vida.
En esta estancia solar se establece la conciencia del ser humano, ya que centraliza todas las experiencias procedentes de la columna del Rigor (izquierda) y de la columna de la Gracia (derecha), infundiéndonos la idea de un equilibrio entre la necesidad hecha ley y la Gracia Divina. Aquí se sitúa nuestra conciencia, es decir la quintaesencia de todo lo que hemos aprendido a lo largo de nuestras encarnaciones, siendo así también el centro de la memoria. Descubrimos aquí los mecanismos de Tiphereth, el centro 6 del Árbol, que nos llevará a tomar conciencia de nuestras acciones y a buscar la manera de corregirlas en nuestro itinerario humano.
Después de la oscuridad generada por Gueburah, al llevarnos a trabajar nuestros errores y nuestras sombras, pasamos al reino de la luz que representado por Tiphereth.
En el cuerpo humano, Tiphereth tiene relación con el corazón, el cual bombea la sangre y aporta oxígeno a todas las células. Astrológicamente está regido por el Sol. Los rayos del Sol también aportan un alimento que no es asimilado de forma directa, se interioriza en la tierra y produce el desarrollo del mundo vegetal, toda la vida existente en la tierra es un don del Sol.
La sangre es el vehículo del Cuerpo de Deseos y en ella se encuentran grabadas las imágenes relacionadas con nuestras experiencias emotivas. Por ello, de la misma forma que el corazón purifica la sangre, el Sol limpia constantemente los deseos. El corazón es el motor del organismo, y alrededor del Sol giran el resto de los planetas de nuestro sistema solar.
El Sol imprime la voluntad necesaria para que todo se ponga en marcha. En el corazón físico se encuentra el átomo-germen que se utilizará para la construcción de un nuevo cuerpo físico en función de los contenidos acumulados este átomo (como se explica en el curso de los Misterios de la Obra Divina).
El corazón es la plaza fuerte de la voluntad y es a través de él que nuestro Ego Superior realiza su política. Pero bien sabido es que la voluntad del Ego Superior se deja oír poco en nuestro actual estado evolutivo, y que esa voluntad es usurpada por nuestro yo profano, que es quien reina en nuestro corazón y lanza decretos como si fuera el legítimo rey de nuestra vida. La figura del usurpador ha sido a menudo protagonista de los cuentos árabes de las mil y una noches, que refieren los esfuerzos del príncipe desterrado – nuestro Ego Superior- para recuperar su corona.
Así pues, el usurpador, utilizando las fuerzas activas en nuestro corazón, edifica un reino corrompido; es decir, escenifica alrededor de nosotros un mundo que no cabe en la organización divina y que, por lo tanto, solo puede subsistir durante un corto espacio de tiempo, como cualquier edificio que no se levante conforme a determinadas reglas. Dicho de otro modo, ese usurpador siembra las semillas de su propia destrucción. El bajo mundo anti-divino que edifica, se le vendrá encima un día u otro aplastándolo y en sus ruinas aparecerá el Ego Superior, el legítimo príncipe, para organizar un nuevo reino en base a una nueva voluntad.
Tiphereth representa, en cada uno de nosotros, la conciencia. Pero esa conciencia es algo que se está haciendo y que recibe el testimonio de todos los centros de vida del Árbol. Si vivimos muy alejados de los valores que nuestra conciencia representa, ese testimonio será parcial, fragmentario y nuestra conciencia, por lo tanto, constituirá para nosotros un centro que refleja una verdad incompleta y en ella no se oirá la voz del jefe interno, porque nuestro aparato de radio no estará en condiciones de captarla. Pero cuando nuestra conciencia haya interiorizado todos los testimonios procedentes de los distintos centros de vida a los que está conectada, entonces se producirá lo que podríamos llamar el gran silencio y en él podremos oír con perfecta nitidez la voz que proviene del Ego Superior.
Si tomamos el Sol, como regente de Tiphereth, como base de conocimiento de esa fuerza cósmica llamada Vav, observamos que alumbra la tierra en que vivimos tan solo la mitad del día. De modo que, haciendo un paralelismo con nuestra vida, en nuestra actual fase de desarrollo, hay en nosotros mitad luz y mitad sombras, viniendo ineludiblemente un momento del día en que el Sol desaparece de nuestro horizonte.
En el esquema de nuestra psique, el Sol representa la voluntad y la conciencia y podemos decir que la voluntad se manifiesta durante el día y la conciencia durante la noche, o sea que la voluntad del Ego Superior se retira de sus vehículos físicos, dejándolos bajo la custodia de la conciencia durante el periodo de sombras.
Si transportamos ese fenómeno físico al mundo de nuestros sentimientos, vemos, volviendo al Árbol sefirótico, que Tiphereth-Sol se encuentra en el llamado Mundo Cabalístico de Creaciones, que es el relacionado con los sentimientos. Podemos decir así que la luz penetra en los sentimientos, en la naturaleza emotiva del ser humano, internándose en ese mundo oscuro para iluminarlo.
Pero, del mismo modo que el Sol no puede iluminar de forma permanente un punto determinado de la tierra, tampoco esta luz interna puede permanecer en nuestros sentimientos de un modo permanente. Será solo mediante un trabajo nuestro personal, constante, como conseguiremos alejar la noche de nuestro yo emotivo. Si conseguimos esto, habremos logrado detener el Sol en su marcha, como lo hiciera Josué en una batalla contra sus enemigos.
Detener el Sol, aprisionar la luz en nuestra naturaleza emotiva, no es algo que pueda hacerse colectivamente, sino un trabajo individual y minucioso, que requiere todo un proceso alquímico de transmutación de la personalidad.
En el llamado Mundo de los Deseos, como la materia es transparente, el Sol luce en él las veinticuatro horas del día. El que ha seguido la obra de Kabaleb, ya sabe que todos estamos viviendo en ese mundo con nuestro cuerpo de deseos, pero este cuerpo está recubierto por unas capas de materia grosera, las que se corresponden con las bajas regiones del Mundo de Deseos, esa materia que ha sido producida por las pasiones, los bajos deseos, los sentimientos negativos. Y el Sol no puede atravesar esos envoltorios, en los cuales se alojan los que trabajan en esas regiones, los luciferianos y demás entidades situadas en escalones evolutivos más bajos aún.
En el estado actual en que nos encontramos, la luz del Sol solo penetra en nuestro mundo emotivo por destellos, cuando, en su curso interno atraviesa puntos de nuestra naturaleza-deseos que no están ocupados por los demoníacos. Entonces, deslumbrados por ese destello, descubrimos la luz, nos saciamos del alimento que produce ese «milagro» – tanto más milagro por la brevedad de su manifestación.
Pero para que esa luz pueda reinar en nuestras vidas, será preciso, como decíamos, que seamos capaces de aprisionarla en nuestro cuerpo de deseos y, para ello, será necesario expulsar a todos los demoníacos que viven en él y que forman esas capas sombrías que la luz no puede penetrar.
Hemos comentado ya en Los Misterios de la Obra Divina, que una buena forma de desprendernos de la capa oscura que nos rodea es realizar el trabajo diario de Retrospección. Se trata de ir recordando, por la noche antes de acostarnos, desde lo último que hemos realizado a lo primero de la jornada que termina. Es preciso detenerse en cada emoción generada y recibida y tratar de sentirlas en propia piel. De esta forma la estaremos eliminando.
De la misma forma, el Sol particular de cada ser humano contiene el conjunto de las experiencias vividas, el cúmulo de la sabiduría lograda a lo largo de las vidas: el Sol constituye la voz de la conciencia que proporciona la primera respuesta a modo de pre-juicio a las situaciones a las que nos enfrentamos. Hablamos de pre-juicio porque se trata de un juicio que procede de lo aprendido con anterioridad y no de una reflexión del presente. Más adelante, esta valoración inicial será analizada por nuestra personalidad actual que puede apoyarla o rechazarla. Esto determina si el Ego superior posee mucha o poca libertad en la presente encarnación.
El Sol administra los contenidos del signo de Leo, que sirve de tierra abonada para que podamos plantar en ella las semillas de la espiritualidad. En un horóscopo, es la posición del Sol lo que nos revelará hasta qué punto la voluntad es activa en una persona. El Sol-Tiphereth es el motor que la impulsa y, según su posición y sus aspectos, sabremos si irá lejos o permanecerá cerca de su posición inicial.
La toma de consciencia te ayuda a no tener que repetir una secuencia ya vivida.
En el próximo capítulo trataremos de: Netzah, la reina de los sentidos
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