Tener vida eterna
«Al igual que Moisés levantó la serpiente en el desierto –sigue diciendo Jesús (Juan III, 14‑15)– es preciso que el Hijo del Hombre sea levantado a fin de que todos los que creen en él tengan la vida eterna«.
Ya hemos visto que los Serpientes son los luciferianos y su descendencia humana, los hijos de Caín. Levantar la Serpiente significa elevarse de su cola a su cabeza o sea, superar los bajos niveles donde los luciferianos actúan sobre las pasiones y el sexo para establecer contacto con los que trabajan en la cabeza y enseñan mediante leyes y por Vía de las experiencias materiales.
Lo mismo que en esa columna de la izquierda hay que elevarse hacia lo superior, así debe de hacerse con la columna de la derecha, donde el Hijo del Hombre conduce la obra humana hacia el Reino del Padre. Cuando se haya llevado a cabo, la relación con el mundo de arriba habrá sido establecida y como ya hemos visto, no se romperá y el ser mortal tendrá la plena conciencia de su inmortalidad y no habrá muerte, es decir, no habrá pérdida de conciencia al pasar de un estado a otro estado.
«Dios ha tanto amado el mundo que le ha dado a su Hijo único, a fin de que todos los que creen en él no mueran sino que tengan la vida eterna».
Nos dice aquí Jesús que la fe conserva la vida por toda la eternidad y al decirlo no hace más que revelar un mecanismo cósmico que hace que esto sea así realmente.
Nos dice la tradición que el universo está sostenido por dos columnas de cuya amalgama nace una tercera. Por la columna de la derecha circulan las energías portadoras de vida, mientras que la columna de la izquierda ofrece el receptáculo material para que la vida de la otra columna pueda tener una existencia física.
Cuando la conciencia empezó a formarse en nosotros lo primero que descubrimos fue el receptáculo material que encerraba la vida con su forma. Pero esa morada material se degrada con el tiempo y mientras la vida vuelve a la columna de la que ha salido, la forma es disuelta en el mundo material. Mientras la conciencia se identifique con la forma, al morir esta, la conciencia morirá también, es decir, no poseeremos el sentimiento de la eternidad de la vida. Pero cuando descubramos que la vida es una cosa y el cuerpo que le permite expresarse es otra, entonces inscribiremos en nuestra conciencia la noción de que la vida es eterna y cuando la forma muera, la conciencia viajará, por así decirlo, con la vida que esa forma encerraba y ya no desaparecerá.
Levantar al Hijo del Hombre, significa pues levantar la columna de la derecha o sea descubrir los centros de vida que actúan en ella. El primero de esos centros, el que se encuentra a los pies de la columna, lo conocemos con el nombre de Netzah y sus corrientes alimentan los cinco sentidos.
El segundo de esos centros emite una corriente de vida que permite a nuestra naturaleza emotiva subsistir y lo conocemos con el nombre de Hesed. El tercero de esos centros, situado en lo alto de la columna, es el conocido con el nombre de Hochmah y es allí donde reside el aspecto superior de esa fuerza llamada Hijo único de Dios. Cuando nuestra conciencia descubra estos tres centros, el Hijo del Hombre habrá sido levantado y la conciencia no nos abandonará a la hora de la muerte. Por consiguiente, seremos conscientes de haber vivido otras vidas y habremos conquistado la inmortalidad.
En el próximo capítulo hablaré de: ser salvados
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