Organización interna
Si el Phe ha de ser el lugar de confluencia de los sentimientos y del pensamiento; si es una especie de tribuna en la que Hochmah-Cristo ha de levantar la vista hacia el cielo y hablar con el Padre, toda esa organización ha de estar ya en nuestro interior. Y, efectivamente, está, cubierta de lodo y arena, como esos templos que a veces se descubren en lugares arcaicos donde antaño floreció una gran civilización.
Ya han descubierto los científicos que no estamos utilizando todas nuestras posibilidades. En el cerebro humano existen grandes zonas inactivas; los oídos humanos no perciben sonidos que sí perciben los animales y nuestro olfato no huele lo que ellos olfatean, y no podemos ver con nuestros ojos ni tan siquiera lo que tenemos detrás.
Es así porque el ser humano no es aún un ser acabado. Binah nos diseñó para ser más de lo que somos actualmente. Todo está instalado en nuestra organización interna, pero nos faltan servicios por conectar, y ya hemos tratado este tema en anteriores puntos. El servicio crístico nos aproxima a nuestro término, ya que él nos conecta con el Padre, que ha de ser la última de las fuerzas que se exprese en nosotros.
Cuando Cristo, en la puerta Phe, haya establecido la corriente entre el ser humano y el Padre, nuestro pensamiento percibirá los misterios de la organización cósmica. Percibirlos no significa poderlos utilizar, pero es evidente que, para poder utilizar un potencial, lo primero es descubrir que lo llevamos dentro, lo mismo que para usar una aplicación, primero debemos instalarla en nuestro móvil. Después, poco a poco, lo examinamos y nos apercibimos de sus posibilidades de uso como lo hacían esas antiguas tribus a los que un explorador entregaba una máquina de fotografiar y que tardaban mucho tiempo en descubrir sus auténticas posibilidades.
Todo el capítulo diecisiete del Evangelio de Juan es una oración que Jesús dirige al Padre Eterno. Como Él lo hizo, así debemos hacerlo nosotros, al comenzar el día, al iniciar cualquier cosa, al generar un hijo, cada vez que recurrimos a nuestra voluntad para poner en marcha el engranaje de nuestros cuerpos.
Antes de la Creación de nuestro mundo, o sea, antes de iniciar aquello que vamos a emprender y que, por consiguiente, constituirá nuestro mundo, es preciso levantar la vista al cielo y decirle al Padre: «Padre, llegó la hora, – la hora en que nos ponemos en funcionamiento para que de nuestras estructuras salga algo -, glorifica a tu hijo para que él te glorifique, según el poder que le has dado sobre toda carne«.
Si lo hacemos así, veremos descender sobre nosotros la gloria del Padre, y nuestra sabiduría, nuestro Hochmah interno, adquirirá poder. Con la sabiduría potenciada, si aquello que vamos a emprender es erróneo, lo veremos claramente y podremos modificar nuestra actitud. El mensaje aparecerá escrito en nuestras vidas de una manera rotunda: las máquinas dejarán de funcionar, el coche se parará, habrá cortes de electricidad, el teléfono no sonará, el interlocutor estará ausente o no se pondrá… Es decir, el instrumento que ha de servirnos para llevar a cabo el propósito contrario al orden cósmico se encontrará fuera de uso y nuestra intuición nos dirá que aquello ha sido producido por nuestra sabiduría potenciada, que habrá utilizado los instrumentos de Binah para escribir el mensaje.
Ese contacto con el Padre en la puerta Phe puede tener lugar a cualquier hora de la jornada. Mientras permanecemos en la sinagoga de Binah, todo está reglamentado y hay un tiempo para cada cosa, razón por la cual debemos hacerlo todo en el momento en que las fuerzas cósmicas actúan y no fuera de él. Pero cuando a través de la puerta 16 salimos de la sinagoga de Binah, el sendero crístico que conduce al Padre está abierto permanentemente y basta con levantar los ojos al cielo y pedir gloria para que la sabiduría interna adquiera los poderes del Padre y se encuentre en condiciones de disuadirnos, cuando lo que vamos a emprender no encaja con los designios del Ego Superior.
“Padre justo, yo les di a conocer tu Nombre a estos para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos”. Estas son las últimas palabras de Jesús antes de emprender el camino de Getsemaní.
Al referirnos al Padre, hemos hablado sobre todo de su atributo llamado voluntad, pero, siendo esta la fuerza primordial de la que ha salido todo, en esa voluntad se encuentra igualmente todo y, en primer lugar, el amor, que es la primera de sus emanaciones.
Cuando la voluntad-amor mana del Padre hacia nosotros antes de la creación de nuestro mundo, podemos tener la seguridad de que el mundo que va a salir de nuestro acto de voluntad será el de la segunda Creación divina y en él no campará el hijo de la perdición.
Es muy importante que esa dinámica cósmica se reproduzca en nosotros al comienzo de todo lo que emprendamos y que la voluntad que utilizamos para poner en marcha nuestro mundo, o sea nuestros asuntos particulares, vaya acompañada del amor. Entonces el amor que el Padre nos ha dado estará en lo que hayamos realizado con nuestra voluntad y seremos nosotros mismos un camino hacia la unidad.
En el próximo capítulo hablaré de: la llegada a Getsemaní
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.