Los signos de Aire
Este proceso conduce al encuentro con el otro yo. El amor hacia todos nos lleva a descubrir a la persona, al que no es como todos, sino que es la exacta réplica de nuestra personalidad, el negativo de nuestro positivo. En ese punto del camino aparece el cónyuge, bajo los auspicios de Libra. Para ir hacia él abandonamos la madre, abandonamos nuestro amor propio y el amor indiscriminado hacia los demás para proyectar todo el chorro del amor hacia aquel ser singular que empieza a cobrar vida en nuestra alma.
Cuando vivimos esta fase de nuestra existencia, el trabajo humano consiste en crear nuestro propio universo. En la fase maternal somos zodiaco y prestamos pasivamente al Dios-Ego nuestras esencias para la construcción de su universo. En la fase conyugal somos los creadores y ordenadores de ese nuevo universo, en el que aparecerán los planetas-hijos que modificarán, con su actividad, el orden preexistente.
El abandono de lo anterior, de la etapa sentimental, que con el matrimonio ha de quedar superada, lleva consigo la hostilidad de las personas que se han quedado atrás, entre ellas y principalmente la madre.
Es tradicional el antagonismo existente entre suegra y yerno o suegra y nuera. En cambio, el suegro suele escapar porque la figura del padre no ha entrado aún en funciones en ese patrón de relaciones que estamos describiendo.
Para resumir este proceso, cuando nos encontramos en mitad del camino, tendremos que la relación con nuestros semejantes empieza siendo: amigos de infancia, compañeros de viaje, madre-hijos, seductor, seducido, para desembocar en el descubrimiento de aquél que ha realizado experiencias complementarias con las nuestras y al que nos unimos para la creación de nuestro universo personal.
El siguiente patrón de relación será el de amigos, bajo los auspicios del signo de Acuario. Los sentimientos han quedado atrás, no es que se hayan excluido, sino que se encuentran recubiertos por la túnica del pensamiento. Y el amigo es aquel que habiendo seguido el mismo itinerario evolutivo, ve las cosas como nosotros las vemos, y por ello podemos recurrir a él si de pronto, en los avatares de la vida, nuestra visión de las cosas se nubla.
Si estamos alterados, si nuestra brújula se ha estropeado debemos acudir a un amigo que no se encuentre en las mismas condiciones. Así vemos, en la historia de Job, el hombre atribulado, cómo tres amigos acudieron a su casa y tras un largo diálogo, Job encontró el camino y le fue restituida la hacienda y la dignidad.
Después de ser amigos, las almas aparecerán ligadas como hermanos, bajo los auspicios del signo de Géminis. El hermano es algo más que el amigo. Al amigo se le puede pedir un consejo iluminador, se puede compartir con él un modo de ver las cosas. Al hermano se le puede pedir una total solidaridad con nuestras empresas. El hermano es nuestro cómplice, el que actúa como nosotros actuamos porque a lo largo del camino evolutivo ha ido pasando por las mismas etapas, ha realizado iguales gestos, librado las mismas batallas, y su dinámica interna lo mueve hacia idénticos objetivos.
Por ello el hermano es una rama del mismo tronco en que nosotros arraigamos, no solo en el sentido físico, sino también en el espiritual. Y por esa razón, ante el hermano, todos los demás patrones de relación quedan atrás, porque este los supera por antigüedad: los lazos que unen al hermano son más antiguos que los que nos unen a cualquier otro ser humano, a excepción del padre.
Repitamos que al describir estos patrones de relación lo estamos haciendo según una línea ideal de evolución, no teniendo en cuenta las interferencias kármicas. En la realidad, muchas veces dos hermanos lo son, no porque se encuentren en la misma etapa de desarrollo, sino porque habiendo sido unidos por el odio, los señores del destino los sitúan en una misma familia para que puedan crearse entre ellos lazos de amor.
En el próximo capítulo hablaré de: los signos de Tierra
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