Lección 11: Tensiones en la cúpula

Los ángeles son seres de luz cuya principal misión es ayudar al ser humano en su evolución. Como hemos visto, si seguimos el orden de la Creación, en el Quinto Día estamos destinados a convertirnos en ángeles, entonces la pregunta que se nos plantea es: ¿son los ángeles actuales, seres humanos adelantados?
Los que hoy llamamos ángeles proceden de otro Periodo y fueron “creados” por un Dios distinto al nuestro, uno anterior que ahora ocupa más altas funciones en el cosmos. Es decir, que son la obra de un equipo de creadores distinto del que se ocupó de la creación de las chispas divinas destinadas a transformarse en seres humanos. Se rigen por unas normas diferentes a las nuestras, su objetivo es el de ayudar al ser humano a obtener poderes creadores, pero sin alcanzarlos ellos mismos.
Imaginemos, por ejemplo, que en una empresa se solicitan los servicios de una firma consultora para aumentar su cuota de mercado. Los miembros de dicha sociedad, gracias a esta ayuda, pueden ir mejorando, alcanzar niveles más altos de eficiencia; en cambio el destino de los consultores no es ascender en esa empresa, en todo caso lo harán en la suya.
El hecho de que los ángeles formen parte de otra “empresa” y participen en la nuestra como ayudantes del jefe (Dios), hizo que se produjera una situación que podríamos definir como de cierta rivalidad por parte de ellos respecto a los seres humanos. En los libros sagrados abundan episodios en los cuales los ángeles nos acusan ante Dios, mientras el Creador se erige como nuestro defensor.
El génesis de la Creación y la historia del ser humano son una misma realidad a diferentes niveles. En el séptimo Día, los humanos habremos conquistado poderes creadores y en el próximo Periodo de Manifestación tendremos la responsabilidad de un universo, ya que ha sido planificado así. Vemos que nuestra vida en la tierra está estructurada de la misma forma. Nacemos y estamos bajo la tutela de alguien que está para ayudarnos, pero que no se va a beneficiar de nuestra evolución. Crecemos y vamos adquiriendo poderes creadores y un día alcanzamos una plena autonomía y ya podemos crear nuestra propia familia.
En cambio, siendo siempre superiores a nosotros en conocimientos espirituales, los ángeles nunca dejarán de ser los ayudantes de una jerarquía más alta. Ello propició que a esta categoría de seres le costase considerar a nuestro Dios como su auténtico superior jerárquico y, en un momento dado de la evolución, estalló la discordia entre algunos miembros de las legiones angélicas.
Ser creadores es uno de los principales objetivos del ser humano, así que empieza a entrenarte a partir de hoy
Lucifer
Lucifer fue el más brillante representante de la Oleada angélica y cuando Dios le comunicó que debía reducir su luz para poder adaptarla al Elemento Agua-emociones, él se negó a seguir las directrices del Creador.
El Creador no dio esa orden a Lucifer de forma caprichosa, sino que era necesario rebajar la carga energética de la evolución que estaba en curso, para adaptarla a las necesidades evolutivas del ser humano.
Para romper una lanza a favor de Lucifer, pensemos como se sentiría alguien que está realizando una carrera brillante y de pronto le notifican que debe abandonar sus estudios para dedicarse a impartir clases a grupos inferiores a su rango. La negativa de Lucifer a acatar las órdenes propició que él y sus partidarios, es decir, las legiones de ángeles que le siguieron en su rebelión, fueran precipitados al abismo.
Este incidente puede sugerir que ser el número uno -como era el caso de Lucifer- conlleva un peligro: el de identificarse en exceso con la verdad. El resultado suele ser que uno se cree imprescindible, insustituible y a menudo los superiores solucionan la papeleta echando a la persona de la empresa. En la vida social, los individuos que brillan en cualquier dominio siempre se encuentran a dos pasos del abismo.
Los secuaces de Lucifer, llamados luciferes, se perdieron por la falta de adaptación a los cambios y por su negativa a “rebajarse”, a descender un nivel y unir su Fuego (espiritualidad/emisividad/impulso/energía de conquista), el elemento con el que se encontraban identificados, con el Agua (sentimientos/emociones/deseos/sensibilidad/amor) el elemento al que debían integrarse.
La persona que se identifica con una verdad inamovible, con una situación cristalizada en la vida, que se estanca en un entorno en el cual le resultará imposible avanzar, se ve abocado a ese simbólico abismo.
Son esenciales las enseñanzas que se derivan de la caída al abismo de los luciferes para el crecimiento personal: es preciso saber descender de las alturas sublimes, cuando el porvenir evolutivo de los demás está en juego y la estrategia requiere cierto sacrificio. Es bueno comprender que formamos parte de una gran masa que está evolucionando dentro de una misma cordada. Esto significa, que cuando ayudamos a otro a avanzar, estamos acelerando el avance de todo el grupo y el nuestro propio.
Hablamos de abismo en el sentido de apartar las almas de estos seres de la senda evolutiva, como dejar sus almas en “stand by” ya que nada en el universo puede ser destruido.
Imaginemos un matrimonio en el que uno de los dos se ha iniciado en cursos de crecimiento personal y se pregunta: ¿Cómo puedo conseguir que mi pareja participe en mi ascenso espiritual? Se nos ocurren diez sugerencias que podrían resultarle útiles:
1.- Evita el recurso fácil de dogmatizar.
2.- Respeta sus opiniones.
3.- Háblale de estos temas solo cuando pregunte.
4.- Invita a tu pareja a participar en tus actividades.
5.- Escúchala.
6.- Participa en sus centros de interés.
7.- Ayúdala en lo que sea posible.
8.- Predica con el ejemplo.
9.- Procura conseguir que tu pareja sea feliz.
10.- Ponte en su lugar.
Como puede constatarse, la mayoría de estos puntos están dirigidos a que la persona iniciada participe en las actividades de la otra, y parece un contrasentido, cuando de lo que se trata es de lo contrario, de propiciar la elevación de la pareja.
Cuando una persona inicia un camino de ascenso espiritual, una buena estrategia puede consistir en respetar y comprender los valores del otro, de su pareja o seres allegados, participar de ellos. De este modo, la otra persona se dará cuenta de los beneficios que puede reportarle adentrarse en el camino espiritual. Si, en cambio, la conducta del que quiere ascender es prepotente, si se muestra superior porque cree poseer más conocimientos, la imagen transmitida asustará a su entorno y lo que conseguirá será lo contrario de lo que pretendía.
A menudo cuesta ponernos en el lugar del otro porque somos ajenos a sus motivaciones, al sentimiento que le lleva a actuar de una determinada manera. Por ejemplo, a los hombres suele gustarles las películas de acción, de violencia o el fútbol. Si le pedimos a una mujer que comparta con su marido el sofá cuando está absorto en una de estas emisiones, lo más probable es que se niegue. Pero quizá en más de una ocasión la mujer conseguiría mejorar su relación si realizara un esfuerzo y tratara de comprender la razón por la cual su compañero adhiere a esa “violencia”. Tal vez sea una forma de descargar su propia violencia, sus frustraciones, su incapacidad de afrontar la relación, de comunicarse. Teniendo en cuenta que la fuerza marciana, muy en sintonía con el hombre, por su polo positivo, genera la creatividad, el arrojo, el compromiso y por su polo contrario, la violencia, la ira. En este sentido, la violencia sería el resultado de una creatividad que no ha encontrado salida hacia el exterior. Podemos plantear lo mismo del otro lado. Si le pedimos a un hombre que comparta los gustos filmográficos de su mujer.
Estamos demasiado acostumbrados a juzgar y a comparar; utilizamos el término altas y bajas “vibraciones” como arma arrojadiza, con un sentido a veces absurdo y así pensamos que una persona es más espiritual o avanzada que otra por el hecho de ser vegetariana, de rezar a menudo, de visitar templos o de viajar al Tíbet, como si la evolución se midiera a través del estómago, del fervor o del número de visitas que uno realice a lugares más o menos santos.
El conflicto
Volvamos a centrarnos en el conflicto de Lucifer, se produjo al principio de la Creación y quedó institucionalizado en el devenir humano, como esos microsurcos de los antiguos discos por los que las agujas tenían que pasar una y otra vez para reproducir la música. Razón por la cual resulta relevante saber lo que ocurrió en aquellos tiempos, porque estamos llamados a vivirlo en un momento u otro de nuestra existencia.
En la creación de cualquier empresa, sea de la índole que fuere, siempre veremos aparecer diferencias portadoras de conflicto que provocarán divergencias o intentarán combatir el proyecto inicial. Esos escollos forman parte de la naturaleza intrínseca de la vida y solo serán el indicio de que la empresa en cuestión respeta los modelos evolutivos, lo cual implica que después de la división, llegará la abundancia.
Estamos hablando en términos simbólicos, el abismo representa el descenso a otra realidad de inferior vibración. Hubo otras dificultades a las que tuvo que enfrentarse la divinidad, además de la rebelión de los luciferes. En cada nivel de la Creación, surgen conflictos y la armonía se restablece precipitando a un nivel inferior a los causantes del problema. En ese nivel inferior, los caídos aportan su luz, pero son al mismo tiempo los animadores de nuevos focos de discordia en las Oleadas de Vida más jóvenes. Los nuevos disidentes son a su vez precipitados más abajo, hasta alcanzar el fondo del abismo.
Veamos otro ejemplo, en el instituto, a los alumnos que suspenden varias asignaturas, les hacen repetir el curso (si quieren seguir, claro), es decir, los lanzan a un curso inferior (al abismo) y allí suelen generar todavía más conflictos, porque son los mayores de la clase. Si cometen una falta grave, los echan del Instituto (los mandan al fondo del abismo).
Toda la Creación está interiorizada en nosotros; en cada célula y átomo se reproduce esa caída y nuestros tres cuerpos, en su actividad creativa, generan “disidentes”, es decir, tendencias que están en desacuerdo con la línea más avanzada de nuestra personalidad. Si permitimos que estas tendencias coexistan con nuestros más sublimes propósitos, los desvalorizarán, se mofarán de ellos, los volverán irrisorios y finalmente los imposibilitarán. Para evitar que esto ocurra, debemos situar las tendencias disidentes en el “Abismo” a fin de evolucionar sin trabas.
Algunas se reflejan formando actitudes, otras son solo rasgos de personalidad. Pongamos por caso, que una parte de mí decide que quiere adelgazar y otra le hace boicot facilitando argumentos para que siga engullendo. Debería mandar una al abismo. Mantener activas las dos me lastimará, porque generarán una contradicción en mi interior y siempre que existe un conflicto yo salgo perdiendo. Estas luchas, además, suelen producir un gran desgaste energético, o sea, cansancio o incluso enfermedad.
Para conseguir que sea la parte más luminosa la que domine, tenemos que empezar por cederle protagonismo. Si el Yo sublime solo puede manifestarse cinco minutos al día, concedámosle plenamente esos breves instantes, sin permitir que las tendencias disidentes y las sublimes coexistan, de lo contrario, las primeras, más “bregadas”, más enraizadas, llevarán siempre las de ganar en esta confrontación.
Los Templos de culto fueron ideados para que lo sublime pudiera separarse de lo profano. Lo que sucede es que muchos de ellos han sido ya profanados cuando acudimos a ellos para pedirle a la divinidad que justifique nuestros errores.
Continuando con el relato anterior, al llegar al cuarto Día de la Creación, en el que nos encontramos, los luciferes se vieron desgajados de la Oleada de Vida angélica a la que pertenecían. Pero para evitar que perdieran su nivel evolutivo y se estancaran, llegaron a un pacto con Dios: ellos también ayudarían al ser humano en su avance, pero desde la vertiente opuesta a la de los Ángeles, que contactan con los seres humanos a través de la intuición y la inspiración. Ellos, los luciferes, trabajarían desde dentro, induciéndonos a actuar, a avanzar a través de la experiencia, de la experimentación.
Les resultaba imposible desempeñar su labor en un cuerpo vital, como lo hacen los Ángeles, pero eran demasiado avanzados para funcionar en un cuerpo físico como nosotros. Necesitando sin embargo un órgano físico para su trabajo evolutivo, se alojaron en la columna vertebral del ser humano y a través de ella le dirigen su desarrollo.
Debemos tomar lo anterior en su aspecto simbólico, pensando que los ángeles caídos, espolean al ser humano desde el interior para que avance, y al mismo tiempo se nutren de sus experiencias. Así se lleva a cabo un continuo intercambio.
Los serpientes

Al percibir la forma alargada (como de columna vertebral) de los luciferes, los videntes les dieron el nombre de “serpientes.” Con esta palabra son descritos en la Biblia. Es como si su cabeza lindara con nuestro cerebro y su cola con los órganos sexuales. Su necesidad evolutiva les obliga a prestarnos ayuda en nuestro camino hacia el conocimiento. Pero lo hacen mediante procedimientos poco ortodoxos, utilizando el elemento que dominan: el Fuego, y a través del sistema “al revés te lo digo para que me entiendas”, nos enseñan las cosas por rechazo.
Los impulsos que recibimos de ellos aceleran nuestro proceso evolutivo, pero el precio a pagar es el dolor. Son los representantes del llamado “brazo izquierdo de Dios”, que se expresa a través del rigor. Su acción acelera de forma considerable la comprensión de las cosas, pero nos aboca a lo desmesurado y por ello nos somete a la justicia divina. Los luciferes son instructores, pero también nuestros acusadores ante la divinidad.
Tratemos de clarificar este concepto. Supongamos que un niño está jugando cerca de una chimenea encendida y que su padre le advierte que esto encierra un peligro: el de quemarse. El niño tiene dos opciones: hacer caso a su progenitor, asimilando directamente la luz (enseñanza) que le proporciona sin necesidad de acercar su mano al fuego o bien verificar en la práctica las advertencias del padre. Cada vez que nos encontramos en una tesitura de esta índole, las fuerzas luciferianas que nos habitan nos “soplan al oído” que pongamos la mano en el fuego, porque así aprenderemos en un abrir y cerrar de ojos lo que de otra manera tardaríamos tal vez años en comprender. Si -como ocurre en la gran mayoría de los casos- el niño obedece al impulso luciferiano, puede acabar quemándose y de esta forma sabrá para siempre lo que es el fuego, sin necesitar más explicaciones ni discursos de su padre. Y el luciferiano estará satisfecho porque habrá cumplido con su tarea: enseñarnos, aunque sea por la vía traumática.
Si miramos las cosas desde la inmediatez, podemos entender que los luciferes tengan mala prensa. Pero es su trabajo, lo mismo que el recaudador de impuestos o la grúa que se lleva coches mal aparcados, aunque nosotros siempre tenemos la última palabra.
Los luciferes nunca han formado un pueblo homogéneo en el que todos estuvieran cortados por el mismo patrón. Como en la Oleada de Vida humana, los hay que han llegado más lejos en la escala evolutiva y otros menos. Los que trabajan en la cabeza de la serpiente, alimentando nuestro órgano generativo cerebral, son distintos a los que trabajan en la cola, excitando nuestra sexualidad. Según sea nuestra naturaleza, disponemos del servicio de unos u otros.
Es nuestra voluntad la que los llama al trabajo, ya que sin ella nada se mueve. Es suficiente con desearlo (aunque sea de forma inconsciente) y acudirán al servicio los luciferes de arriba o los de abajo. Los primeros suelen trabajar en las horas de luz, los otros toman el relevo al caer la noche. Para alejarlos de la Obra, existe un método seguro: encender una luz o una vela. Como la luz es un elemento ajeno a ellos, los que trabajan en la cola de la Serpiente se verán obligados al abandono de la tarea. De ahí que pueda resultar positivo para las personas que tienen pesadillas nocturnas o las que se sienten presionadas por su sexualidad, dormir con una luz encendida.
Como se ha expuesto con anterioridad, es preciso tener en cuenta que los luciferes son nuestros más esforzados acusadores ante la divinidad y ello por una razón: porque el ser humano es libre. Las fuerzas superiores actúan en nosotros obligadas por nuestra voluntad. Las sometemos a nuestro servicio y es natural que luego comparezcan ante el tribunal divino para criticarnos y quejarse.
Los ángeles nos guían a través del cuerpo de deseos y del cuerpo vital o cuerpo etérico, por medio de la intuición, actuando de acuerdo con las directrices del Creador. Pero el ser humano es más sensible a la acción de los luciferes, puesto que ellos actúan desde su fuero interno y la persona puede escuchar más fácilmente su «voz».
Si alimentas de forma continua tus bajos instintos, no esperes que te resulte fácil elevarte
Los luciferes empezaron a mover a los humanos a través de la imaginación. Por ello se dice en la Biblia que la serpiente sedujo a Eva, ya que la mujer tiene las facultades imaginativas más desarrolladas que el hombre. La serpiente paradisíaca prometió a Eva que sería tan sabia como los dioses y ciertamente nos comunican la sabiduría estimulando nuestras funciones cerebrales. Pero con la cola excitan del mismo modo las funciones sexuales y ello condujo a la humanidad a la pérdida del Edén.
Podemos entender el tema como si tuviéramos dos hermanos, uno más aplicado (los Ángeles) y otro más pillo (los luciferes). Los dos tratan de ayudarnos a crecer, pero cada uno con sus propios medios. Al final aprenderemos, por un método o por otro.
Existe la posibilidad de expulsar a los luciferes de nuestro interior, ya que el ser humano es libre, pero para conseguirlo debemos ser capaces de dirigir nuestra vida, de activar de forma continua la voluntad y de elevarnos por encima de las pasiones y de los sentimientos que los alimentan. Cuanto más recto y noble sea nuestro proceder, más dificultades encontrarán nuestros inquilinos para alimentarse y acabarán por retirarse. Ello es debido a que son más libres aquellos que consiguen equilibrar su vida a través de la comprensión y el entendimiento.
Es preciso comprender que los seres humanos no somos generadores de energía, así que necesitamos que sean los Ángeles los que nos aprovisionen. Ellos nos brindan energía de forma continua para poder funcionar, pero nosotros, que solemos ser un poco vagos o lentos a la hora de asimilarla, la dejamos pasar, como si dijéramos, y cae al abismo, donde los luciferianos darán cuenta de ella y la devolverán en forma de anécdotas, es decir, de situaciones que deberemos vivir de forma obligatoria. Aunque fuimos nosotros que la solicitamos, quizá de forma inconsciente.
Los luciferes generan como impulsos internos que forman parte de nuestro bagaje existencial, ya que nos alimentamos de ellos. El simple hecho de conocer su presencia y su naturaleza constituye una gran ayuda.
Todos hemos sentido en numerosas ocasiones el desgarro emocional causado por dos tendencias en lucha, cuando una parte de tu ser desea romper con el pasado y otra se opone con uñas y dientes; cuando sientes te quiero y dices te odio; cuando esbozas una sonrisa ritual al tiempo que tu corazón llora. Cuántas frustraciones arrojaríamos al abismo… si pudiéramos, si consiguiéramos dominar a esos bichos internos o si fuéramos capaces de prescindir de sus servicios…
Deberes:
Levántate a la salida del Sol y en los próximos nueve días medita para que pueda manifestarse tu parte más sublime.P¿Cuál es la última rivalidad que has vivido?