HOCHMAH, el Amor/Sabiduría
Hochmah es el segundo Séfira del Árbol y el segundo Centro del Mundo de Emanaciones, pertenece a la Columna de la Derecha, la de la Gracia, la inspiración y la energía. Si Kether-Voluntad era el Padre, Hochmah se identifica con el Hijo, es la primera manifestación visible del Padre, es su obra, el heredero de sus virtudes, el centro crístico por excelencia. De Hochmah proceden las energías que permiten a los enfermos sanar, es de alguna manera el botiquín del universo. Según la Cábala, Hochmah es el domicilio del coro de ocho ángeles llamados Querubines. Hochmah pertenece al Elemento Fuego.
En Kether, la fuerza divina se manifiesta como un Fuego interno que habita todo lo creado, en Hochmah, lo hace, simbólicamente, como Agua. La voluntad de Kether es pura energía y necesita de un receptáculo para poder expresarse antes de ser derramada al exterior. Esta condensación de la fuerza divina produce el amor, y tiene como efecto una iluminación interior. Pero el amor de Hochmah es un amor en mayúsculas, un amor desinteresado, que no pide nada a cambio, un amor de entrega absoluta. Un amor no diferenciado.
Hochmah tiene una correspondencia zodiacal: el planeta Urano. En la mitología griega, Ouranos es el primer dios del Olimpo, nacido de la luz y del caos, es la primera manifestación de esta luz. Iremos constatando a lo largo de nuestro recorrido por los Sefirot la correspondencia de la Cábala con la mitología. Hochmah representa la separación entre la luz y la oscuridad. Por eso el planeta Urano tiene mala fama entre los astrólogos, porque rompe o desune todo lo que no puede ser unido por ser contrario a las leyes que rigen en el universo, por ser contrario a nuestro universo particular.
El esquema del Árbol no solo nos permite comprender la creación del universo, sino que describe asimismo los mecanismos de nuestra existencia diaria. Todos las Sefirot actúan en nuestro organismo de una forma específica.
A nivel práctico, cuando movemos nuestra voluntad con vistas a un objetivo cualquiera, estamos activando nuestro Kether y al hacerlo, movemos automáticamente el mecanismo del Séfira siguiente (como en un sistema de vasos comunicantes), Hochmah, que se ocupará de que se vayan formando las circunstancias idóneas, es decir, que aparezca en nuestra vida la ayuda divina, lo que llamamos comúnmente suerte, para que el propósito ideado por nuestra voluntad-Kether llegue un día a ser realidad.
De este esquema se desprende una idea bien clara: si los ejes de nuestra voluntad chirrían, si les falta engrase porque no la movemos, tampoco se movilizará la ayuda divina. Y este razonamiento puede llevarnos a un sinfín de conclusiones. Permitirá comprender, por ejemplo, la posible raíz de numerosos problemas en la vida de las personas, por mover poco su voluntad, que a menudo se resignan y se abandonan a un destino adverso, dejando su vida al vaivén de las circunstancias.
No permitas que los conocimientos espirituales se acumulen en tu interior hasta crear una situación de riqueza, porque entonces te será difícil compartirlos y te sentirás propietario de aquello que posees y querrás sacarle un provecho, una renta. Te convertirás así en rico en espíritu y te sentirás saciado y al tiempo estancado. Ser pobre de espíritu significa abrirse a la sabiduría de Hochmah, esa fuente que mana conocimientos de forma continua y de la que todos podemos abastecernos. Es también abrirse al amor incondicional.
La luz es el amor de Hochmah, el que permite a las estructuras materiales subsistir. O, dicho de otro modo, Abel, que representa la energía, muere, se disuelve en Caín, que representa la materia, y gracias a esa disolución Caín vive. Pero, ¿qué ocurre cuando en el interior de Caín hay demasiado Abel, o sea, cuando una persona lleva más luz de la que puede reflejar? Pueden suceder tres cosas:
1.- La primera: Que Abel mate a Caín, es decir, que la excesiva luz‑energía interna destruya el receptáculo material y haga la vida física imposible. Sucede en algunas personas que testimonian haber visto la luz y no son capaces de asimilarla y esta acaba por destruirles, por sumirles en la locura. Esto sucede también a personas que se encuentran con la fama o el dinero de golpe, sin poder asimilar ese chorro de luz-energía. Las estadística dicen que el 70% de los ganadores de lotería acaban arruinados o suicidándose.
2.- La segunda: Que el ser adquiera una conciencia de la espiritualidad que lo habita, que comprenda el funcionamiento de los mundos de arriba y testimonie de ellos en la tierra, derramando sobre el mundo que lo rodea su excedente de luz. Si procede así, habrá agrandado sus cauces internos y el desbordamiento de su luz no se producirá; es decir, tendrá lugar de una manera adecuada y no como un río que ante la afluencia de aguas tempestuosas, se desborda.
3.- La tercera posibilidad: Que la persona no adquiera conciencia de sus poderes internos y no sepa utilizarlos adecuadamente, pero, para no ser destruida por ellos, que actúe en la sociedad de una manera desordenada, fuera de las reglas instituidas, dando lugar a la figura del delincuente y del perseguido por la justicia.
En este caso, ese perseguido por la justicia será pues aquel que lleva en su interior un excedente de luz que no sabe utilizar de forma adecuada. Por lo tanto, podemos decir que en su interior habita el Reino de los Cielos, que este Reino es de él, sin que haya tomado conciencia de su situación de privilegio. Pero, estando el Reino dentro, puede tomar conciencia de un momento a otro, y es por ello que en las cárceles se producen tantas transmutaciones, ya que los presidios constituyen un arsenal de perseguidos por la justicia, los cuales tienen la posibilidad de meditar sobre sí mismos.
Hochmah, el centro 2 del Árbol de la Vida, destila amor‑sabiduría y una parte de nosotros es, por lo tanto, un centro de sabiduría para nosotros y para los demás, porque todos tenemos a Hochmah dentro y es preciso activarla. A veces no es necesario que la sabiduría sea expresada, porque le basta con ser y si lo somos las almas atribuladas se verán penetradas por su reflejo. En ocasiones puede verse que una persona llena de confusión, va a otra para explicarle sus problemas y a medida que va hablando, se va serenando y al final, sin que el otro haya abierto la boca, el confuso se deshace en agradecimientos, porque dice que el otro le ha dado la solución. Cuando esto ocurre, no dudemos que el atribulado ha recibido de su interlocutor una infusión de Hochmah, sin necesidad de que esta se exprese de forma explícita.
El número dos corresponde al Séfira Hochmah, que en los mundos del espíritu ejerce funciones de Hijo, de ese Hijo en el cual el Padre-Kether se revela con el rostro del Amor. El dos es el número de la suerte y del Amor y su naturaleza amorosa aparece cuando el número se manifiesta.
Es preciso comprender que si no hay Voluntad-Kether, tampoco habrá ayuda providencial-Hochmah.
Y recuerda que la suerte no es algo que caiga del cielo, sino el resultado de una voluntad que se ha puesto en marcha.
En el próximo capítulo trataremos de: Binah, el marco de actuación
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