Entrar en la ciudad sagrada
Hemos visto que los hermanos de Jesús lo impulsaban a manifestarse en la ciudad sagrada, en la plaza fuerte del judaísmo, esa ciudadela que Cristo debe conquistar. Era la fiesta de los Tabernáculos, que se celebra en el plenilunio de Libra. En esa época la fuerza crística alcanza la fase segundo He, o sea, el tiempo en que el fruto que su manifestación ha dado es consumido y sus semillas esparcidas por todo el universo. Ese tiempo no había llegado aún, ya que Cristo tenía que morir antes y por ello se negó a acompañarles. «Nadie actúa en secreto«, le reprochan sus hermanos para impulsarlo a manifestarse.
Si la crónica sagrada describiera hechos sociales mal podrían decir los hermanos de Jesús que estaba actuando en secreto. El Maestro había tomado la palabra repetidas veces en las sinagogas, había curado a numerosos enfermos, movilizado a los samaritanos, alertados por la «mujer del pozo«, había alimentado a cinco mil hombres y luego a cuatro mil con escasos panes y peces, sin hablar de las bodas de Caná y de la multitud que le seguía constantemente, aparte todo un equipo de discípulos que evangelizaban casa por casa.
Vemos pues que Juan escribe una crónica mítica y no una crónica mundana, y si sus hermanos le reprochan actuar en secreto, es porque, como ya observamos al referirnos a los capítulos del Evangelio de Juan, el cronista está narrando la penetración crística a través de las letras-fuerza del código hebraico, y el capítulo seis corresponde a los trabajos del Vav, no en las cuatro fases que ya conocemos, sino en su orden cronológico, puesto que el Vav es la letra número seis, adscrita al signo de Escorpio y a Tiphereth en el primer ciclo sefirótico.
Esos trabajos consisten, por un lado, en una penetración de la fuerza crística en el interior de los sentimientos humanos. Es el trabajo propio de Escorpio. Por otro lado, en la conducción de la luz crística a las semillas de la conciencia. Es el trabajo propio de Tiphereth en su primer ciclo sefirótico. Tanto lo uno como lo otro, es un trabajo secreto.
Es decir, en el itinerario seguido por Juan en su crónica (en su evangelio), la fuerza crística ha venido a impregnar nuestra tierra y se ha creado un cerco humano de doce discípulos (Capítulo I). Ha establecido las condiciones previas para ser escuchado, efectuando algunos cambios internos de orden inconsciente (Bodas de Caná, expulsión de los vendedores del templo, Cap. II). Prepara el hombre viejo, Nicodemo, para entender la nueva era (Cap. III). Penetra en el alma humana, en la parte emotiva del ser humano y la vuelve sensible a su propósito (Samaritana, Cap. IV). La penetración de la fuerza crística en el reino del Agua, de los sentimientos, empieza a producir cambios en la naturaleza del ser humano (curación del imposibilitado en la piscina) y en sus sentimientos religiosos (enseñanza sobre el sábado y la antigua ley, Cap. V). Jesús alimenta la multitud, el alimento les penetra por dentro y marcha sobre las aguas, les enseña a dominar las emociones (Capítulo VI del evangelio de Juan).
Todo ello corresponde a la fase preparatoria y en el presente capítulo, Juan describirá el trabajo crístico en el Zain, letra que representa la exteriorización de las emociones, y que significa para el ser humano su primera aparición en el dominio social, ya que en la exteriorización que se ha producido en la fase Ghimel, el hombre no ha actuado conscientemente, sino manipulado por su naturaleza divina. Por ello este capítulo se inicia con la petición de una exteriorización.
O sea, que después de haber estado realizando trabajos internos preparatorios, dado que nada puede tener lugar en el exterior si antes no ha tenido lugar en nuestra propia naturaleza, Cristo debe enfrentarse con el mundo externo y con sus peligros. En este capítulo, el evangelista nos describe este enfrentamiento.
En la vida de cada ser humano, la etapa Zain constituye también un momento de peligro y muchos son los que, en esta etapa, son buscados para darles muerte, como ocurría con Jesús. En efecto, la fuerza llamada Zain, como bien saben los estudiantes de astrología cabalística, es aquella que vuelca nuestros sentimientos al exterior, buscando una implantación en otras tierras humanas, y es entonces cuando se producen los rechazos, porque a lo mejor el hombre-tierra en el que pretendemos plantar, no quiere nuestra semilla o ya tiene su «campo» ocupado. Por ello se dice que los judíos buscaban a Jesús para matarlo. Ellos tenían su tierra espiritual ocupada por una religión y se negaban a que Jesús les plantara otra.
Sus hermanos deseaban esa exteriorización porque, como los judíos, tampoco creían en él, precisa el cronista. ¿Cómo es posible que siendo parte consubstancial de él, perteneciendo a la misma familia, hubiese en ellos esa falta de fe?
Lo cierto es que los «hermanos» viven del esplendor del hermano rey, de aquel que constituye el tronco alrededor del cual los demás florecen. Si este hermano rey no se manifiesta, los demás quedan reducidos a un papel de «pobres diablos«, resentidos contra ese tronco común gracias al cual existen.
Hemos dicho que los hermanos de Jesús representan a su propia persona, o sea a Tiphereth-Sol, en los demás Sefirot. Imaginemos ahora a uno de esos hermanos, Amos, por ejemplo, «hermano» de Jesús en Netzah-Venus, representando la conciencia en medio de una actuación perversa de esa fuerza. La persona dominada por las pasiones venusianas, se librará a todos los excesos, experimentará todos los placeres. Entonces el pobre Amos exclamará desde una conciencia inoperante ¡No, eso no! ¡Cuidado, ya que con el placer vendrá el contrapunto de penas! Pero la tendencia reinante le dirá; ¡Cállate, desgraciado, que no existe nada de lo que me predicas! ¡Fastídiate y déjame gozar! Y Amos, inútil representante de una conciencia que no ejerce, se estará diciendo que su hermano, el brillante, es un puro fraude y él tampoco creerá en sus poderes.
Otro tanto sucederá con Marta, representante de Jesús en Marte, quien quizá vea horrorizada cómo la tendencia dominante “asesina”, ataca a diestro y siniestro, desoyendo su voz.
Natural pues que esos hermanos hundidos pidan al hermano rey que se manifieste, porque cuando se haga reconocer, cualquiera que sea la tendencia que gobierne en la persona, respetará al «hermano de Jesús» y este cobrará gloría de su parentesco con el Salvador del Mundo.
En el próximo capítulo hablaré de: mi tiempo no ha venido aún
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.