El trabajo del futuro
En el Evangelio de Juan no hay capítulo veintidós, no existe ninguna referencia a los trabajos del Tav, porque pertenecen al futuro. Ese futuro nos es revelado en el Apocalipsis, que constituye, en su integridad, el capítulo 22 de su Evangelio. Cuando el ser humano ha alcanzado el estadio Shin, cuando ya no hay nada de humano en él y la divinidad se ha instalado en él por completo, su historia ha terminado. Ha alcanzado la plena conciencia y es un punto en la eternidad, un instrumento a través del cual la Obra Divina se realiza.
Ha terminado su historia como hombre, pero una nueva historia empieza para él, una historia aún no escrita y que, por consiguiente, no puede ser contada.
Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle ¿Tú quién eres?, sabiendo que era el Señor, nos dice la crónica. Vimos que fue Juan, su discípulo más próximo, quien lo identificó. En ese punto del camino, en todos los discípulos está Juan, Pedro y los demás. Las diversas tendencias se han unificado y ya no hay más próximos y más lejanos: Cristo está en las naturalezas de todos y cuando la divinidad aparece, nadie duda y por ello no hay necesidad de preguntar. Se pregunta lo que no se sabe.
Los discípulos han llegado al Reino de las certidumbres y participan en esta comida campestre con la divinidad plenamente conscientes de estar con ella, de recibir el alimento de sus manos.
Esta fue la tercera aparición de Jesús en la crónica de Juan. La primera vez, se les apareció a puerta cerrada, cuando temían al judío; la segunda, a los ocho días, para que Tomás pudiera ver y tocar. En esta tercera aparición ya están al aire libre, a orillas del mar, celebrando esa fabulosa pesca del amanecer, que no es más que el preludio de lo que iba a suceder después.
Quedaban así cumplidas las tres etapas que cualquier fuerza necesita para ser operativa. Jesús ya no volvería a aparecer porque los apóstoles podían sustituirle. Seguiría estando con ellos en lo invisible, siempre que dos o tres estuvieran reunidos en su nombre, como lo dijera en su enseñanza.
Ya se ha cumplido el segundo milenio de su aparición como hombre. En sus primeros mil años de prisión en la Tierra, Cristo plantó en ella la semilla. En sus segundos mil años, Cristo ha arraigado en el interior de la materia y las estrías transversales que surcan el corazón del ser humano así lo atestiguan.
En los próximos mil años Cristo abordará la fase Vav, la exteriorizadora, y en la Tierra aparecerá el Reino. Todos los que ahora trabajamos ya en su advenimiento estamos anticipando su aparición. «Venga a nosotros tu Reino«. Este debería ser el anhelo, la exhalación que saliera todos los días de nuestros labios al despertar.
En el próximo capítulo hablaré de: ¿me amas?
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