El simbolismo de los Reyes Magos y el pentagrama
Nos cuenta el relato evangélico que Herodes fue advertido por los magos de Oriente (Mateo II, 1‑12), los cuales habían visto brillar la estrella del rey de los judíos.
Esos magos de Oriente representan las tres fuerzas presentes en nosotros, capaces de trasformarlo todo, esas tres potencias que en el árbol cabalístico (o Árbol de la Vida) conocemos como el nombre de Kether, Hochmah y Binah y que actúan en cada uno de nosotros como Voluntad, Amor/Sabiduría y organización/orden.
Esas tres fuerzas se sitúan en el Este, en el Oriente, en la fuerza que en la cábala llamamos Kether, representando el punto por el que penetra en nosotros la luz. Si esas fuerzas mágicas no se movilizan a favor de la espiritualidad naciente, ese niño nunca llegará a crecer ni a reinar. Lo mismo sucede en nuestra vida, si a un proyecto cualquiera no le ponemos su parte de voluntad, de amor y de orden, es imposible que prospere.
Los magos anuncian implícitamente a Herodes el final de su reinado y este anuncio tiene lugar cada vez que las facultades superiores que hay en nosotros le vuelven la espalda a nuestra naturaleza inferior, anunciándole que en la noche oscura han visto brillar la estrella del niño‑Dios.
Cuando movilizamos nuestra voluntad para abrir canales de comunicación con nuestro ser interno, aparecen las circunstancias propicias para que podamos conseguirlo y a continuación encontramos el camino para organizarnos (Binah), a través de un curso de crecimiento personal, por ejemplo o de cualquier pista que nos ponga en el camino de la luz.
Esa estrella que los magos vieron brillar es la estrella de cinco puntas, y es la formada por los cinco caminos de setenta y dos grados que todos recorremos todos los años. Corresponden a los setenta y dos rostros de la Divinidad, que aparecen codificados en la Biblia, cada uno portador de un programa que el ser humano debe protagonizar. Esos rostros son los llamados Ángeles o genios.
Si multiplicamos esos setenta y dos grados por cinco, da como resultado trescientos sesenta, que son los grados que tiene el zodiaco, de modo que esos setenta y dos programas divinos nos son ofrecidos cinco veces por año para que los asimilemos. Cuando esos cinco caminos han sido recorridos con total aprovechamiento, de forma consciente, se forma en nosotros una estrella luminosa de cinco puntas que atrae la luz-conocimiento que nace en el Oriente.
Continúa el relato de Mateo diciendo que los magos se ponen a cabalgar y acuden a la gruta de Belén, en ese espacio oscuro en el que tiene que nacer la luz. Cuando todavía no somos conscientes de que existe algo más, cuando pensamos que solo está lo que vemos, vivimos en esa oscuridad.
Para adorar al niño, los magos deben pasar ineludiblemente por el reino de Herodes, puesto que es en él donde se ha producido el nacimiento, en las mismas narices, por así decirlo, del rey que ciñe la corona de la personalidad profana.
Herodes pide a los magos información, pero estos solo pueden darle una pista imprecisa, porque la personalidad profana y la sagrada se excluyen mutuamente y la una no puede llegar a la otra sin que una de las dos muera.
Entonces Herodes pide ayuda a los sacrificadores y escribas, los cuales, representando una espiritualidad convencional, totalmente exteriorizada y esclerotizada en las formas, dan una respuesta cultural, de acuerdo con los textos de los profetas, una respuesta que no tiene fuerza movilizadora y que no lleva a ningún sitio. Herodes se fía más de los magos para encontrar a su enemigo. Les dice incluso que vayan y luego le indiquen el lugar exacto en que se sitúa el niño, y él también lo adorará. Evidentemente eso no coló.
Continúa Mateo relatando que los magos ofrecieron al niño oro, incienso y mirra. El oro es un atributo de la voluntad‑Kether, cuyo valor es tan inalterable como el propio oro. En efecto, la voluntad es una fuerza que nada puede alterar. En nuestro maniobrar humano, podemos ir por caminos torcidos, que luego nos valdrán duras experiencias y tal vez un pesado karma caerá sobre nosotros, pero jamás la voluntad se verá entorpecida por el resultado de nuestras actuaciones. La voluntad fluirá sobre nosotros y será siempre una fuerza a nuestro alcance, a nuestra disposición para remediar, rectificar, cambiar el curso de nuestra vida. Al ofrecer oro, los magos ofrecen al mismo tiempo la fuerza de voluntad necesaria para poder llevar a cabo su ardua labor.
El incienso y la mirra simbolizan las virtudes de Hochmah y Binah, la sabiduría-amor y la fuerza cristalizadora, organizadora que su Obra iba a necesitar.
Una vez comprometidos con la nueva personalidad, los magos ya no regresarían por el mismo camino. Las facultades superiores que hay en nosotros no pueden servir a dos señores a la vez y los magos abandonan el contacto con Herodes.
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