El amor como herramienta
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré al Padre y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni lo conoce; vosotros lo conocéis porque permanece con vosotros y está en vosotros”. (Juan XIV, 15-17).
Vemos en este punto que el amor es la clave para obtener los servicios de este Abogado portador del espíritu de verdad. Hay cosas en el universo que la ciencia jamás podrá explicar y a las que tampoco pueden llegar el razonamiento y la reflexión. Esto es así porque Dios ha elaborado el mundo con una parte de ciencia, y esa es la parte que la ciencia humana podrá descubrir, pero el otro ingrediente es esa esencia que llamamos amor, cuya definición escapa siempre a la naturaleza exacta de lo que es. Decimos: «Amor es la fuerza que lo une todo; es la propiedad que permite conciliar elementos contrarios; es la sabiduría...», pero todo ello no es más que una aproximación a lo que realmente es el amor, cuya manifestación siempre produce asombro.
Hay reglas, como por ejemplo la de no amputar el templo divino que es el cuerpo humano extirpando un órgano, pero cuando el amor aparece y un familiar necesita un riñón para sobrevivir, la regla es pulverizada y el amor se impone y triunfa de todo el ordenamiento cósmico. Hay religiones en las que no actúa el amor y en las que prevalece la regla. Desdichados los que dejan morir a un ser humano porque obedecen a una regla que les impide salvarle la vida.
El amor es esa instancia superior de la divinidad que deja por nulos y sin efecto todos los preceptos dictados por la ciencia, los cuales pueden ser perfectamente válidos antes de manifestarse el amor.
En el amor no hay normas, no hay reglas, no hay preceptos. Puede decirse que esto o aquello es una manifestación del amor cuando ya ha ocurrido, cuando es historia: el amor tiene su historial; pero lo que no puede hacerse es encerrarlo en un repertorio limitado, porque el amor crea, improvisa constantemente y se alza por encima de las leyes divinas, prescribiéndolas.
El amor es el espíritu de verdad, que prevalece por encima de la razón, de la lógica, de todos los programas y planificaciones. Y cuando el ser humano se ve poseído por ese espíritu ve las cosas como son, en su totalidad, en su unidad, sin que le sea posible explicar de una manera coherente y metódica esa verdad, demasiado amplia para caber en las palabras. Los que están en las reglas, los que viven en la prisión de las leyes, le dicen a la persona poseída por el espíritu de verdad: «A ver, díganos como lo ve, explíquese, por favor, aporte pruebas«, y el otro solo puede balbucear su visión del universo, porque en él hay algo que no puede explicarse, que solo se puede vivir internamente y comunicarlo a través de la dialéctica del amor, que no dispone de abecedario, de gramática ni de palabras.
En el próximo capítulo hablaré de: guardar los mandamientos
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.