El amo y el mayordomo
El amo y el mayordomo son dos aspectos de un mismo ser, dos partes de nosotros mismos. El ego-amo no puede administrar directamente sus bienes en ese bajo mundo porque debe permanecer arriba, ocupado en los negocios de Dios. La administración de su fortuna corre forzosamente a cargo del mayordomo que es su personalidad mortal. El mayordomo siempre es infiel, nunca actúa en un cien por cien en defensa de los intereses de su patrón: se fuma sus puros, utiliza la casa en su provecho y se pone los vestidos y las camisas de su señor para las conquistas mundanas.
Un día llega hasta el amo el clamor de su administración injusta y le hace saber que lo va a despedir. La personalidad mortal se da cuenta de que su vida se acaba y que tendrá que ir a picar piedra o a mendigar en una nueva encarnación. Y como lo primero es muy duro y lo segundo vergonzoso, prepara las condiciones de una futura existencia, perdonando las deudas que los demás habían contraído respecto a su señor. De esta forma se está creando un buen karma, y cuando el Ego Superior lo mande a una nueva existencia, tendrá que ser recibido forzosamente por aquellos a quienes perdonó sus deudas, no en función de la deuda misma, que ya ha perdonado, sino en función de la prerrogativa del perdón que ejerció en su día y que, como sabemos por haber tratado esta cuestión, tiene como efecto inmediato una elevación de las vibraciones, o sea promueve un cambio de personalidad en el que perdona y en el perdonado.
Es así como la personalidad mortal se labra su futuro bienestar. Si hemos dilapidado la fortuna del Ego Superior vanamente en el mundo material, en provecho de experiencias que no caben en los mundos de arriba y que son trituradas en las regiones inferiores del mundo de deseos, al volver a la existencia nos veremos obligados a mendigar y estaremos a merced de los demás, dependiendo de ellos para nuestro trabajo y nuestro sustento. Faltados de inteligencia, sin nada o muy poco escrito en el libro de la conciencia, tendremos que ir a picar piedra y solo con sudor y dureza conseguiremos subsistir en el mundo material.
Pero si hemos utilizado la fortuna del Ego Superior para favorecer a los demás, estos estarán obligados a devolvernos el favor en una próxima vida y trabajarán para nuestro sustento físico y espiritual, del mismo modo que nosotros hemos trabajado y velado por ellos. Por eso los que dan mucho, recibirán mucho, y esa fortuna que dan es, necesariamente, una riqueza injusta, una riqueza que no pertenece al mayordomo, sino a su amo, ya que todo cuanto posee ese mayordomo es de su amo y él no puede ser más que un mero administrador.
En esta parábola aparecen los mecanismos sutiles de las experiencias humanas. Podemos ver en las enseñanzas de los hermanos mayores dadas por Max Heindel, que nuestra alma es triple, como lo es el espíritu. Todos tenemos que formar un alma intelectual, una emotiva y otra material, en las que figuren inscritas las leyes del mundo del pensamiento, del mundo del deseo y del mundo físico. Ello nos obliga a vivir experiencias intelectuales, emotivas y físicas. De modo que ese mayordomo que todos somos tendrá que ir un día a picar piedra para hacerse un alma material y para que sepa lo que cuesta configurar las cosas en el mundo físico, el esfuerzo que hay que hacer para transformar la materia prima en un objeto útil. Tendrá que hacerlos a menos que…
A menos que con las riquezas intelectuales que ha recibido de su Señor, ayude a otros a adquirirlas, desinteresadamente, sin pedirles nada a cambio, cancelando de forma consciente la deuda que pudiera contraer. Entonces ellos, en justa reciprocidad, pondrán también a disposición del mayordomo sus riquezas, o sea las experiencias que hayan podido obtener en los dominios que el mayordomo no ha experimentado.
En este sentido, la instrucción desinteresada del obrero, de quien realiza experiencias en el ámbito físico, ha de reportar el conocimiento que el obrero obtiene con sus experiencias. Es decir, la generosidad, el reparto de «riquezas injustas«, producirá el trasvase a nuestra alma de aquello que a nosotros nos falta y no tendremos necesidad ni de ir a picar piedra ni de mendigar.
Ser fiel a las riquezas injustas significa pues hacer gozar de ellas a los demás. Ser infiel a esas riquezas significa dilapidarlas en provecho personal, disiparlas en placeres. La primera actitud nos valdrá el que nos confíen mayores riquezas. Más altas responsabilidades. La segunda actitud nos valdrá el estado de necesidad.
No podemos servir a la vez al Ego Superior y a nuestra personalidad material, porque amaremos al uno y aborreceremos al otro.
En el próximo capítulo hablaré de: el pobre Lázaro
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