Conectar la mente y el corazón
Entre los muchos prodigios que realizó Jesús en el curso de su ministerio, solo figuran dos resurrecciones, la de Lázaro y la del hijo de la viuda (ver cap. 7). Vimos en este capítulo que con el prodigio del hijo de la viuda, lo que Jesús hizo en realidad fue resucitar la vía de la razón, para que esta pudiera unirse a la fe en el reino unificado que él representa. Este fue uno de sus primeros actos, al bajar de la montaña donde había pronunciado su sermón y comenzado su apostolado.
Este segundo milagro tiene lugar poco antes de su entrada triunfal en Jerusalén, que significaría el principio del fin de su enseñanza, su culminación, su apoteosis.
La primera resurrección significa la irrupción de la fuerza crística en la mente muerta, vivificándola para la comprensión de las verdades eternas. Esta segunda significa la conexión definitiva de la mente con el corazón. El hijo de la viuda es la promesa de llegar a la unidad a través de la razón. Lázaro es la realización de esa promesa.
Este trabajo unificador es el realizado por la fuerza llamada Khaf. En la lámina del tarot que la representa, la número once, vemos una figura humana que lleva un sombrero que forma un ocho, número correspondiente al Séfira Mercurio y al Elemento Aire, abriendo sin esfuerzo las fauces de un león, símbolo de la fuerza espiritual, que aquí aparece domesticada y sumisa.
Así tendremos, por un lado que el Khaf, siendo una fuerza generada por Géminis, trabaja, como ya hemos dicho, en la exteriorización del pensamiento, y esos trabajos se encuentran bajo los auspicios de Mercurio, cuyo sombrero calza la figura. Pero hay un segundo Khaf, administrado por Hochmah, que en la tabla de letras hebraicas aparece con el número quinientos (veintitrés en el orden correlativo). El Khaf terminal se encuentra situado en la columna del He, debajo del Noun. El He representa, según ya sabemos, el amor-agua que lo fecunda todo y que se desparrama por toda la tierra.
El Noun marca la fase en que ese amor es absorbido por la tierra, la cual se presenta así ante nosotros como un objeto codiciado que reclama nuestro interés.
Si el ciclo de las letras-fuerza terminara con la veintidós, el ser humano permanecería atado por sus sentimientos al mundo material, sin posibilidad de desprenderse de su ilusión por la materia. Era preciso que viniera un liberador que lo sacara de su mundo material y lo transportara más allá de su actual condicionamiento. Ese liberador es el Khaf final, la fuerza que preside la liberación del pensamiento.
Se necesitaba una fuerza que estuviera más allá de los sentimientos para que, sin nostalgia, cortara las amarras que encadenan al ser humano, emocionalmente, al mundo material.
En el proceso crístico, el Khaf final representa su crucifixión y muerte; es decir, el momento en que el alma es liberada de su prisión material. El segundo Khaf es pues el signo del ser que ha cumplido todos los trabajos humanos y que ha alcanzado el nivel correspondiente a la generación superior.
Tenemos ahí las bases para la comprensión de la identidad de ese Lázaro que Jesús resucita en este capítulo. Le da nueva vida a una tendencia que permanecía muerta, que no actuaba, mientras el ser humano, por sus sentimientos, permanece atado a la tierra.
Así tenemos que la primera resurrección, la del hijo de la viuda, es la que corresponde a Marta, según la terminología empleada por el evangelista en este capítulo de la crónica sagrada. María representa el alma espiritualizada, pero pasiva, no actuante. En la crónica, siempre aparece sentada, prodigando ungüentos, derramando lágrimas a los pies del Maestro. Una vez Lázaro resucitado, Lázaro y María constituirían una sola voluntad operativa, la que corresponde a Kether-Hochmah, a Padre e Hijo expresándose conjuntamente a través de Jesús-Cristo. Lázaro-María-Marta forman pues los tres aspectos de la divinidad activos en nuestra alma.
Como decíamos en el punto anterior, ese segundo Khaf se encuentra vinculado a Hochmah, por ser su madre la letra número once (11), que suma uno más uno igual a dos, número que corresponde a dicho Séfira en su segundo ciclo de actuación, que es el correspondiente al Mundo de Creaciones, donde impera el Elemento Agua.
Hochmah es el Séfira de los milagros, es el centro de vida correspondiente al hijo en el mundo de arriba. Al actuar positivamente sobre los sentimientos (agua), los eleva a la altura de la razón, y entonces en esa razón deja de mandar la hacendosa Marta para pasar a ser controlada por Lázaro-María, formando los tres hermanos un todo unido.
En el próximo capítulo hablaré de: la voz cantante
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