La Estrella de Belén
¿Cuál es el simbolismo de la estrella de cinco puntas? ¿Tiene algo que ver con la religión? ¿Se trata de un símbolo mágico?
Acabo de llenar mi casa de luz, las que adornan el árbol de Navidad y las que iluminan el pesebre. Me he armado con mi pluma y mi libreta, lo que suele ser el preludio de ponerme escribir. Estoy sentado en mi lugar preferido del sofá y tengo ante mí la Estrella de Belén. Se trata de un pentagrama o estrella de cinco puntas que preside mi pesebre.
Cuenta la leyenda que los tres Reyes Magos vieron brillar la estrella de Belén, lo cual les indicó que iba a nacer el redentor. Veamos que dice Kabaleb en su obra “Cómo descubrir al Maestro Interior”:
“Esa estrella de cinco puntas que los Magos vieron brillar es la formada por los cinco caminos de setenta y dos días que el aspirante recorre todos los años (y que pueden seguirse a través del biorritmo cabalístico). Son setenta y dos los rostros de la Divinidad, cada uno portador de un programa que el ser humano debe protagonizar. (Este tema ha sido ampliamente tratado en los libros “Los Ángeles al alcance de todos” –Arkano Books- y “los Dioses Internos” –Nueva Vibración.-, de Kabaleb).
Setenta y dos multiplicado por cinco da como resultado 360, que son los grados del zodiaco, de modo que esos 72 programas divinos son ofrecidos cinco veces por año para ser asimilados. Cuando esos cinco caminos han sido recorridos con aprovechamiento, se forma en nosotros una estrella luminosa de cinco puntas que atrae la luz que nace en el Oriente, uniéndola con el camino de luz formado por la activación de los cinco ciclos angélicos. Entonces los magos se ponen a cabalgar: Kether‑Hochmah‑Binah (los tres primeros centros de El Árbol de la Vida) acuden a la gruta de Belén, en el mundo oscuro de los deseos.
Para adorar al niño, los Magos deben pasar ineludiblemente por el reino de Herodes (el que representa nuestro mundo material), puesto que es donde se ha producido el nacimiento, en las mismas narices, del rey que ciñe la corona de la personalidad profana. Herodes pide a los Magos información, pero éstos sólo pueden darle una pista imprecisa, porque la personalidad profana y la sagrada se excluyen mutuamente y la una no puede llegar a la otra sin que una de las dos muera.
Entonces Herodes pide ayuda a los sacrificadores y escribas, los cuales, representando una espiritualidad convencional, exteriorizada y esclerotizada en las formas, dan una respuesta cultural, de acuerdo con los textos de los profetas: una respuesta que no tiene fuerza movilizadora. Herodes se fía más de los Magos para encontrar a su enemigo. Si ellos le indican el lugar exacto en que se sitúa el niño, él también lo adorará, dice”.
Todos los años en estas fechas, desde hace más de dos mil, se reproduce el mismo ritual. Engalanamos nuestras casas con la esperanza de que nazca en nosotros el redentor, es decir, las situaciones que nos ayuden a superar nuestras miserias, problemas, baches, crisis.
Para conseguirlo, la historia nos marca el camino seguir, debemos ir tras la Estrella de Belén.
Las luces con las que se engalanan nuestras ciudades y las casas, representan la luz del conocimiento, es decir, activar nuestra capacidad de ver. Esto significa ser capaces de salir del encasillamiento y ver las cosas desde un ángulo distinto.
Se refiere, por ejemplo, a ser capaces de abrir el corazón y perdonar las ofensas con un simple te quiero.
Cuando ese barbudo de túnica blanca, así se le suele representar, lo de la túnica era porque no tenía recursos y la barba porque no le gustaba afeitarse o porque dedicaba el tiempo a crear parábolas. Cuando Jesús-Cristo lanzaba aquellas arengas en las que animaba a amarse los unos a los otros, lo que en realidad quería decir, era comprenderse los unos a los otros.
Han pasado más de dos mil años y seguimos repitiendo el ritual de su nacimiento sin entender sus mensajes. Mantenemos el empeño en querer anteponer lo que llamamos (erróneamente) razón, al corazón. Y las fechas navideñas son las más propicias para dar un paso adelante y aprovechar toda esa luz que hay a nuestro alrededor para comprender que la vida es otra cosa. Que la vida es luz, que es amor, que es alegría, que es confianza, que es entrega sin esperar nada cambio, que es equivocarse y corregir el error, que es perdón.
Volvamos a la estrella de Belén. Belén representa la nueva vida, la nueva creación, el punto de concentración de las fuerzas que va a transformar nuestra vida (La realidad que vivimos).
La Estrella de cinco puntas, como nos ha explicado Kabaleb, representa los cinco caminos del conocimiento, las cinco fases por las que cada ser humano debe transitar cada año de su vida.
La primera es la fase de Fuego, la del impulso. La segunda es la fase de Agua, la de las emociones. La tercera es la del Aire, la del pensamiento. La cuarta es la de la Tierra, la de la cristalización. Y la quinta es la Quintaesencia, la aplicación de todo lo aprendido en las fases anteriores.
Si el año, a partir del día de nuestro cumpleaños, lo dividimos en cinco partes, tendremos el espacio que corresponde a cada fase.
Además, tenemos unos compañeros de ruta, los 72 ángeles o genios de la Cábala. Ellos rigen cada uno de nuestros días y traen consigo un paquete de información, una enseñanza. Si cada día trabajamos con el programa del genio activo en ese día, (Puedes conocer esa regencia mirando mi calendario de ángeles). Si laboramos en ese programa, llegaremos a conquistar la omnisciencia, o lo que es lo mismo, a ser como Dios.
A través de los genios de la Cábala estaremos siguiendo la estrella de Belén. Ella nos llevará de forma certera y segura hacia un nuevo nacimiento, ya que el conocimiento hará de nosotros personas distintas. Las cosas empezarán a salir bien, saldremos de la oscuridad.
¡Que la estrella de Belén brille para ti!
¡Apasiónate, vive, cambia!
Tristán Llop
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