Construye tus recuerdos
La capacidad de recordar está íntimamente ligada a la memoria. Vivimos muchas de situaciones al día y recibimos de forma constante impactos sensoriales: imágenes, sonidos, olores… Todos ellos acceden a nuestro cerebro, pero sólo algunos consiguen pasar la barrera de lo que es «importante» y quedan grabados en la consciencia. Esta línea de separación entre los recuerdos que se quedan y los que se olvidan tiene que ver con las conexiones neuronales que se han establecido. Es por ello que a veces recordamos situaciones, canciones, palabras, que no consideramos importantes y no acabamos de entender por qué ocupan un lugar privilegiado en nuestra memoria. Puede ser que las hayamos asociado a algo inconscientemente y por eso las recordemos.
Te animo a que practiques un ejercicio para tomar consciencia de lo que recuerdas. El primer paso es prestar atención a tus pensamientos, convertirte en observador, como si estuvieras en un cine y simplemente ver la película pasar.
Pensamos en las mismas cosas una y otra vez, pero en numerosas ocasiones no nos damos cuenta. Estamos tan acostumbrados a oir esa voz dentro de nuestra cabeza que no le prestamos atención. Ejercer de espectador de tu mente durante algunos momentos al día puede abrirte la puerta a darte cuenta de qué pensamientos tienes y cómo éstos se relacionan con algún recuerdo anterior.
Por ejemplo, imagina que te has enfadado con una amiga y empiezas a criticarla. Cuanto más tiempo mantengas los malos pensamientos, más tiempo durará el enfado y más se arraigará en tu mente. Ten presente que cada vez que piensas en algo se forman nuevas conexiones neuronales en tu cerebro. Ahora imagina que al cabo de un tiempo, riñes con otra persona y automáticamente te salta el recuerdo del enfado anterior. Tú no sabes por qué te ha sucedido, ha sido automático. Si sigues alimentándolo con más pensamientos negativos, se formarán más conexiones y, por lo tanto, le estarás concediendo más importancia a este hecho en tu memoria.
El siguiente paso del ejercicio es tomar cartas en el asunto. Si tú sabes que cuanto más pienses en algo, más se arraigará en tu memoria y más fácil será que otra situación nueva te lo recuerde, puedes actuar de forma distinta. Sólo debes decidir los temas que quieres reforzar y los que no. Por ejemplo, si has conseguido algo que te habías propuesto y te sientes feliz por ello, trata de tomarte unos minutos al día para pensar en cómo lo has hecho, cómo te has sentido al lograrlo, etc. Si, por contra, tienes una mala experiencia, concédete unos minutos para pensar en ella y sacar las conclusiones que más te apetezcan, pero no le otorgues el poder de aparecer durante muchos días.
Empieza a practicar esta nueva forma de almacenaje de recuerdos y verás como pronto se establece una nueva conexión neuronal en ti: la de apostar por lo positivo.
¡Apasiónate, vive, cambia!
Silvia Llop, psicóloga (colegiada núm. 20495)
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